Isabel Díaz Ayuso

La dama de hierro ante la huelga de médicos

Han topado los médicos con un hueso duro de roer. Lo que habla también en favor de Ayuso

Chocar con el colectivo médico en los tiempos que corren no parece para nada aconsejable. Tampoco con el de los profesores. Sectores ambos tan estratégicos como imprescindibles.

Pero el sector sanitario incluso se antoja más delicado y sensible si cabe. Sobre profesores y maestros pesa la sospecha de que son los campeones de las vacaciones y eso, a veces, genera algunos reproches. No es el caso de los médicos. Diríase que se proyectan sin mácula alguna. Además es objetivo admitir que prestan un servicio universal cuando cuidan de nuestra salud, algo que los sitúa por encima del conjunto de mortales. Además, luego de la pandemia este es un sector que se ha reivindicado y ha logrado un plus de reconocimiento. No es que los médicos no tengan sus prerrogativas -que a menudo las tienen- es que ocupan un espacio vital en nuestro sistema. Tienen algo de intocables y un holgado estatus social. Aunque tal vez quien más se lo merezca, con mucho, es el colectivo de enfermería, a menudo a la sombra de los médicos cuando son enfermeros y enfermeras quienes se ocupan en todo momento de nosotros cuando pisamos un hospital. El médico aparece fugazmente y desaparece. Para dejarnos siempre en manos de esa enfermera que atiende nuestros ruegos y quejas o que nos aguanta paliduchos o malhumorados. Esa es nuestro verdadero arcángel, la que nos permite conciliar el sueño en la cama del hospital sabiendo que si algo nos sobresalta en el silencio de la noche, ahí va a estar ella. Son nuestros verdaderos ángeles de la guarda. Por otra parte, nadie está libre de error o pecado. En Cataluña hubo ilustres médicos que pretendieron cerrar las escuelas a cal y canto tras su reapertura. Suerte que ignoraron sus exigencias.

Una huelga puede arruinar un Gobierno. Aunque también puede encumbrarlo. Fue Margareth Thatcher quien terca como una mula se negó a transigir ante las demandas de los mineros británicos. Casi dos años de huelga finalizaron con la Dama de Hierro británica imponiendo su ley y consagrando su autoridad para una larga década. Y acompañado de una derrota estrepitosa del movimiento sindical. Lo que dio rienda suelta al binomio que en el contexto internacional representaron durante años Ronald Reagan y la premier británica.

El pulso a dos años de huelga minera fue pronto del lado de la conservadora Thatcher que no se amilanó ante el mismo movimiento sindical que sólo unos años antes había derrotado a su predecesor torie y encumbrado a un laborista en el 10 de Downing Street. No sólo eso, la Dama de Hierro los desafió.

Thatcher se mantuvo inflexible y arrasó. La minería era un sector decadente y deficitario con unas condiciones laborales que los mineros y sus familias defendían con uñas y dientes. El golpe al sindicalismo fue devastador. Y sus efectos aún persisten.

Ayuso tiene carácter y parece dispuesta a mantenerse en sus trece erre que erre ante el órdago médico que exige mejoras retributivas y de inversión. Y habrá que admitir que igual algo de razón tendrán. Insistamos, no es el de los médicos un sector más. Con lo que parece contar con una simpatía popular a la que desafía la presidenta madrileña.

Hay que admitir que Isabel Díaz Ayuso tiene un arrojo sin igual. Tal vez algo también de temeraria. Si fuera un hombre diríase que los tiene bien puestos. Porque una cosa es el discurso de Año Nuevo y reivindicar su españolidad sacando a relucir el espantajo del separatismo. Esa es una tesitura muy cómoda frente a lidiar con sectores estratégicos de tan buen nombre como los médicos. Hay que reconocer audacia en esa actitud pues la enfrenta a un colectivo que sirve a todos y cada uno de sus votantes, con lo que en víspera de unas elecciones no sería la apuesta más razonable -ni prudente- de candidato alguno ni de spin doctor que se precie, a los que atribuiríamos más oportunismo que inflexibilidad en tales circunstancias. Dar caña al mono -independentismo, comunismo u otros ismos- tiene poco que ver con meterse en un avispero como es el de la atención sanitaria cuando padecemos sus carencias ya sea esperando horas en la sala de urgencias para que nos cosan un corte en la cabeza o postrados en una litera en un pasillo porque no hay donde meternos. Y eso ocurre con todo repunte temporal de epidemia alguna o por congestiones puntuales. Claro que no sólo en Madrid pero como la Madrid de Ayuso es lo más más, pues ahí están también sus vulnerabilidades. U objeciones.

Los médicos y Ayuso se dieron unos días de tregua navideña. Finalizó el 10 de enero. ¿Cómo va a acabar? ¿Ayuso hincando la rodilla o sometiendo ésta a los huelguistas? En cualquier caso han topado los médicos con un hueso duro de roer. Lo que habla también en favor de Ayuso. Por lo menos en lo que a contención de gasto de dinero público, para bien o para mal, se refiere. No es una gobernante que actúe sólo a merced del viento, algo tan al uso. Se mantiene firme en sus convicciones, pisa el acelerador sin contemplaciones y no cede el paso por mucho que delante tenga a un convoy. Es admirable ese tesón. Otra cosa son las razones que la asisten y sus prioridades, de las que sin duda alguna se puede -o se debe- discrepar y a discreción.