Periodismo
Siempre hay que ponerse de lado de la bruja
A propósito de Ayuso, consejos para jóvenes periodistas
Dado el inmarcesible discurso de la compañera Elisa Lozano, premio extraordinario de Comunicación (por cierto, romper el título universitario no es ilegal, es una tontería), me gustaría dar algunos consejos a las nuevas generaciones de periodistas, por lo que les pudiera valer. Primero, cuando veáis que se apila la leña alrededor del poste y que los sumos sacerdotes (Belarra, Montero, Iglesias, Subirats, Lobato) levantan el índice acusador, se rasgan las vestiduras y babean; cuando veáis iluminarse la noche con las antorchas y al populacho, desatado, pidiendo sangre, hay que subirse a la pira y ponerse siempre del lado de la bruja. Tal vez, acabes ardiendo con ella, pero es lo que un periodista debe hacer. Lo demás, son discusiones retóricas sobre la objetividad y otras zarandajas. Nosotros, independientes, siempre. Neutrales, nunca. La búsqueda de la verdad no admite medias tintas. O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Delinquen los actos de los hombres, no las ideas, por despreciables que nos parezcan. Un imbécil puede insultar a cualquiera, un periodista, simplemente, no tiene derecho a ejercer la calumnia, la injuria o el exabrupto. Mucho menos si, además, beneficia al poder, que siempre miente. Un periodista nunca puede hacer de mensajero de la insidia ajena. Se debe poner en duda cualquier información que no toque las narices a los que mandan. Lo contrario se estudia en la carrera de Publicidad. La UCO, la Audiencia Nacional y la Fiscalía no poseen de por sí la verdad revelada. Tienen, muchas veces, las antorchas y la lumbre con que prenderlas, pero nada más. No hay versiones de los hechos, sólo una verdad, objetiva y comprobable. La equidistancia mata más que las armas de fuego. Las comparaciones son odiosas. Detrás de las estadísticas hay nombres y apellidos, que es lo que de verdad importa. Los testigos de referencia no son de fiar. Las fuentes anónimas, por lo general, no valen un pimiento. El periodismo es muy caro y hay que pagar por él. Nunca trabajes gratis. No todas las opiniones valen lo mismo. Es más, algunas no valen absolutamente nada. Los que despachan un asunto con una gracieta, su lugar no está en una Redacción, está en un escenario. Si crees que estás aquí para cambiar el mundo y no para contarlo, en el sacerdocio, el voluntariado o en cualquier ingeniería podrás cumplir tu vocación. Cuando escribas no ocultes tu ideología, nunca cuela (a mí me gusta mucho Ayuso). La realidad siempre supera a la ficción, así que no presupongas nada. No innoves, ya lo hizo Gutenberg, llegas tarde. Huye de las unanimidades, ocultan que hay gente que pasa miedo. La caridad, la buena educación, la simpatía, la comprensión de lo que nos hace humanos son virtudes imprescindibles para ejercer el periodismo. El cinismo es un mal para este oficio. El rencor social, peor. Los que siempre van con el cuchillo entre los dientes no informan, hacen daño. Si te dejas manipular por intereses bastardos, retírate a tiempo, que uno no se recupera nunca. Por último, la curiosidad insaciable, algo de cultura general, la capacidad de preguntar a los que de verdad saben, un uso correcto del sujeto, verbo y predicado, no negarse a cubrir nunca una información por difícil que parezca y un poco de suerte, no mucha, aseguran un buen pasar profesional. Y, por supuesto, nunca des consejos.
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