Política exterior

Ese poliédrico vecino marroquí

Todavía seguimos esperando -no ahora, sino desde hace décadas- que en buena correspondencia algún portavoz marroquí al menos reconozca que Ceuta y Melilla jamás pertenecieron a ese reino

No es precisamente el reino de Marruecos ese vecino de la casa de al lado con el que quedas los fines de semana par hacer una barbacoa e intercambiar tarta y galletas de mantequilla mientras los niños juguetean en la piscina, más bien es el que no te quita ojo tras el visillo de la ventana y al que miras el cercado vigilante de que no se te vuelva a colar su perro. La cumbre hispano-marroquí ha servido para poner en negro sobre blanco y por si a alguien le cabía alguna duda que una cosa es la fraternal relación entre las casas reales de ambos estados reflejada en sincera relación de hermanos, antes de Juan Carlos con Hassan y ahora de Felipe con Mohamed, y otra muy distinta algunos intereses enfrentados de dos naciones cercanas en lo geográfico, pero alejadas por desencuentros históricos, por razones culturales o religiosas y hasta por la mismísima cultura democrática.

A veces los gobernantes españoles, embebidos en las urgencias que les marca la demoscopia política suelen ignorar cuando se aborda la relación con Marruecos algo tan importante como es la ventaja de ese reino a la hora de contemplar los tiempos. Los gobiernos españoles actúan en función de políticas que les serán premiadas o castigadas cada cuatro años en las urnas, pero el vecino del sur es un régimen con claros y monolíticos planteamientos estratégicos a futuro, sin prisas, sin agobios y con la tranquilidad de unos conceptos inamovibles solo comparables a los de la milenaria iglesia católica. Pedro Sánchez y su gobierno han querido certificar el brusco giro de timón no del todo explicado ni a sus socios de gobierno ni sobre todo al parlamento soberano a propósito de una posición sobre el Sahara que, de momento, no parece ofrecer correspondencia en cuanto a concesiones por parte del reino alauí y que en el terreno del debe nos ha enfrentado con Argelia dejándonos sin las ventajas de un gaseoducto que ahora beneficia a los oportunos italianos, por no hablar de nuestro desfase inversor en negativo respecto a todo el área del Magreb. Mientras tanto, todavía seguimos esperando -no ahora, sino desde hace décadas- que en buena correspondencia algún portavoz marroquí al menos reconozca que Ceuta y Melilla jamás pertenecieron a ese reino ergo difícilmente puedes reclamar como tuyo lo que nunca te quitaron. Pues eso, manejo de los tiempos.