El trípode

29 de marzo: El Gran Milagro de Calanda

Lo sucedido está documentado de manera muy precisa; incluso existe un acta notarial levantada al día siguiente del suceso, que se exhibe en una urna de cristal en el antedespacho del alcalde de Zaragoza

Hoy 29 de marzo es un día que merece estar en la Historia de la Iglesia y de España. De la Iglesia, por tratarse de un milagro que merece ser considerado como un signo precursor de la «resurrección de la carne», como proclama el Credo de nuestra fe, y que fue definido como tal por el Arzobispo de Zaragoza, previa rigurosa investigación por una Comisión creada al efecto. Fue que el joven de 21 años Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda, provincia de Teruel, la noche del viernes santo 29 de marzo de 1640, se fue a dormir con la pierna derecha amputada por debajo de la rodilla, y se despertó un rato después con la misma pierna que le faltaba reimplantada de nuevo. Llevaba meses amputada y enterrada. Lo sucedido está documentado de manera muy precisa; incluso existe un acta notarial levantada al día siguiente del suceso, que se exhibe en una urna de cristal en el antedespacho del alcalde de Zaragoza. Precisamente fue su ayuntamiento el que, ante tan extraordinario suceso, encabezó la petición popular para que la Iglesia abriera un proceso de investigación que acreditase la verdad del hecho. Tras caerse somnoliento y pasarle por encima el carro que conducía lejos de su Calanda natal, el joven pasó por diversas vicisitudes hasta que la única solución para evitar un mal mayor era la amputación, y quiso ser conducido al Hospital de Gracia de Zaragoza. Al salir, ya cojo, obtuvo licencia para pedir a la puerta de la Basílica del Pilar, donde era visto por numerosos vecinos y forasteros que peregrinaban a saludar a la Virgen. Cada día se untaba el muñón de la pierna con aceite de las velas de la Pilarica, de la que era un ferviente devoto, pidiéndole su curación. Finalmente decidió regresar a su Calanda natal, aunque avergonzado por regresar así, cuando había salido años antes de allí soñando con grandes empresas. La noche del 29 de marzo se produjo el milagro: era la misma y ya no estaba donde fue enterrada. Significativo que sucediera en 1640, año calificado como el «más trágico de la monarquía española», asediada por la «revolución dels Segadors» en Cataluña; en Portugal, que se independizaba cuando en 1580 se había unido a la Monarquía hispánica, y en plenas guerras de religión por el cisma luterano en la Cristiandad europea. Y obtenido por la Virgen del Pilar. Las Cortes europeas quisieron silenciarlo para evitar que se interpretara que «el Cielo» había tomado partido por las armas españolas que combatían por Su Honor, contra los protestantes. Llevado a presencia del Rey, Felipe IV solemnemente le besó la cicatriz de la pierna.