Editorial
La amenaza de una España en funciones
La continuidad del sanchismo nos aboca a una España inerme. La opción de dar la voz al pueblo, pero ahora con toda la información crítica que Moncloa le hurtó de manera artera, es lo razonable y lo moral
Pedro Sánchez ha dado por concluida su primera ronda oficial en la búsqueda de los apoyos suficientes para sacar adelante la investidura. El balance no ha sido especialmente prometedor, pues no ha logrado nuevas adhesiones a las ya conocidas de las de su grupo y la de los proetarras de Bildu. Tampoco es que haya sido sorprendente en el marco de una representación muy reconocible, especialmente bajo el sanchismo, en el que los discursos y los envites se parecen demasiado a una dramatización como para no serlo de veras. Pedro Sánchez es optimista y nadie como él conoce lo que se ha negociado entre bastidores, ni su voluntad de alcanzar cualquier acuerdo que le permita seguir en el poder. En el guion que no turba al presidente en funciones están más que previstas las palabras conminatorias de los líderes separatistas y del prófugo de la Justicia española que exigen la amnistía y la autodeterminación sin renunciar a la unilateralidad. Hay amenazas y amenazas, y la experiencia ha demostrado que sobre todo Esquerra Republicana no parece dispuesta a romper una baraja y levantarse de una mesa con las cartas marcadas en la que claramente juega con ventaja. Puigdemont, sin embargo, se manifiesta como un renglón torcido dispuesto a pasar facturas que lo encumbren al pedestal del que fue desalojado. Es un verso suelto con intereses propios, personales, como el resto de los socios de Moncloa, pero cuajados en el rencor del que aún se considera como president en el exilio y mártir de la causa. En esos parámetros psicológicos, hay que contemplar que explote hasta el final el cuanto peor mejor y fuerce la implosión de la investidura. Quiere todo ello decir que esta España en funciones que Sánchez alimenta con la ayuda de la manga ancha y la displicencia irresponsable de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, puede perpetuarse con consecuencias graves para el futuro de la nación. Todo hace pensar que, dado la naturaleza y los intereses de los socios de Sánchez, la posibilidad de una mayoría parlamentaria consistente y proclive al bien común es casi nula. El hilo conductor que une a este frente antisistema es bastardear la vida nacional y la acción de gobierno desde el poder y ejercitarse como un quintacolumnismo contra la España constitucional y los derechos fundamentales de los ciudadanos. El país parece condenado a meses, puede que la legislatura, de interinidad real en un contexto nacional e internacional sombrío, incluso crítico. Nada indica que las guerras de Ucrania y Oriente Medio, que la crisis económica y energética consiguiente, que las borrascas económicas con vientos de recesión global puedan entrar en un periodo de mejoría a meses vista, sino al contrario. La continuidad del sanchismo nos aboca a una España inerme. La opción de dar la voz al pueblo, pero ahora con toda la información crítica que Moncloa le hurtó de manera artera, es lo razonable y lo moral.
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