Canela fina
La amnistía de Sánchez
«No se trata de si la amnistía es o no constitucional. Se trata de que esta ley, a cambio de 7 escaños, significa alta obscenidad política»
Ya está la amnistía donde Pedro Sánchez quería: en el debate sobre si es o no constitucional. Los presidentes autonómicos –García-Page incluido– han embestido con estruendo la muleta que el presidente del Gobierno tendía desde su madriguera monclovita. El debate sobre si la amnistía es o no constitucional se prolongará en el tiempo y los juristas encontrarán argumentos varios en uno o en otro sentido. Para colmo, un Tribunal Constitucional politizado por las sombras chinescas del sanchismo tendrá la última palabra en España, aunque quede un complejo recurso en Europa porque no todo el monte es orégano.
Y no. La cuestión de fondo no reside en si la ley de amnistía es o no constitucional. La cuestión de fondo se encuentra en una ley a cambio de siete escaños en el Congreso de los Diputados, imprescindibles en su día para la investidura de Pedro Sánchez. Una ley de amnistía, vendida por siete escaños, redactada de hecho por los propios amnistiados, constituye la mayor indecencia política que ha conocido la democracia española. El do ut des de Pedro Sánchez adquirió caracteres de alta impudicia durante las conversaciones en Waterloo con Carlos Puigdemont. El delincuente fugado, el prófugo de la Justicia española, ha jugado al ratón y al gato con Pedro Sánchez y ha vendido a peso de platino sus siete escaños.
Si bien, un magistrado ejemplar, Pablo Llarena, ha burlado la desvergüenza política y el disparate histórico, sorteando el espíritu de la ley pactada con los delincuentes.
Y no. Vuelvo a repetirlo. No se trata de si la amnistía es o no constitucional. Se trata de una amnistía concedida a cambio de siete escaños. Se trata de una venta obscena y como decía Cánovas del Castillo, «llega un momento en el que las licencias políticas se descomponen en la frontera de la indecencia».
He perdido la esperanza de que la ley de amnistía se plantee sobre su verdadera realidad. Son muchos, sin embargo, los diputados y dirigentes de vario signo, entre ellos barones socialistas históricos, que recuerdan en sus escritos y declaraciones el fondo de la cuestión: la sordidez de vender escaños a cambio del borrado de los delitos.
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