Biblioteca Harley-Davidson

Amuleto

Los guerreros que se alimentan de libros son los que vencen a la larga.

Vivimos en un momento en que algunos de los más importantes puestos de poder del mundo están ocupados o bien por autoritarios matones prepotentes de ocho años o bien por charlatanes irresistiblemente simpáticos. ¿Cómo refugiarse de esa ola actual de sectarismo, oportunismo, miopía y cortoplacismo dominante? Personalmente, solo dispongo de un amuleto al que encomendarme. Y dado el título genérico de esta columna ya pueden imaginarse cuál es: los libros. No las motos, sino los libros.

Montaigne llamaba a sus libros favoritos «la mejor munición que tengo para defenderme en nuestra peregrinación humana». Por supuesto, los libros no pueden ganar a las balas en la pelea callejera. Pero en la batalla mental, en la lucha por no perder la cordura cuando todo el orbe a nuestro alrededor tropieza, los libros son el mejor arsenal. Son el amuleto protector que preserva intelectualmente nuestra decencia íntima, nuestra dignidad personal. Contra eso, no hay Trump paleto que pueda hacer nada.

Contaba Stendhal que su consuelo cuando tuvo que seguir la terrible retirada de las tropas francesas de Rusia fue un ejemplar, encuadernado en cuero rojo de los poemas satíricos de Voltaire, que había rescatado del incendio de una casa en Moscú. El propio Napoleón llevaba siempre de equipaje en sus campañas un ejemplar de «Las desventuras del joven Werther» de Goethe. Lawrence de Arabia, en sus marchas en camello por el desierto beduino leía las comedias de Aristófanes para tener presente el absurdo de la vida antes de entrar en batalla. Por eso sé que los guerreros que se alimentan de libros son los que vencen a la larga.

Por cierto, T. E. Lawrence, cuando volvía de sus campañas árabes, gustaba de conducir una Brough Superior. Una moto que todavía hoy se fabrica artesanalmente en Francia. Oooops, empezamos hablando de libros y acabamos en motocicletas. Será por eso que esta columna se llama Biblioteca Harley Davidson.