Editorial

Aniversario doloroso en un tiempo amargo

Un gobierno aplaudido por los terroristas de Hamás y los hutíes, que ha amnistiado el «terrorismo bueno» por siete votos, es un oprobio que los héroes del 11M y tantos otros no merecen

En el décimo aniversario del atentado del 11 de marzo de 2004 este periódico recogió nuestro homenaje particular a los afectados de aquella barbarie bajo el lema «Unidos frente al terrorismo y con las víctimas» y también el del conjunto de la nación. En nuestras páginas enfatizamos que, por encima de cualquier diferencia, lo que debería guiarnos entonces y en el futuro debía ser la cohesión frente al azote del terror y el recuerdo para todos aquellos que habían sufrido esa lacra con una defensa a ultranza de su dignidad, como condición insoslayable de toda comunidad que se manifiesta íntegra en la preservación de valores superiores como la libertad y la democracia. Aquel postulado ha supuesto un credo ético ineludible en el convencimiento de que el triunfo frente a la intolerancia y la violencia de los liberticidas debe sostenerse sobre los principios generales que fundamentan nuestra civilización y en torno al recuerdo y el aprendizaje de las cicatrices que ha causado el terrorismo a lo largo de nuestra historia. Entonces como ahora, las víctimas fueron y son un faro entre las tinieblas del fanatismo y el odio, convertidas para siempre en un ejemplo de superación y de lucha. Gentes de bien que fueron golpeadas con saña cobarde aquella mañana de hace hoy 20 años, ciudadanos anónimos capaces de sobreponerse al dolor y al trauma para erigirse en un baluarte de honor del país generoso y abierto que siempre fue España. Dos décadas después del atentado y una de aquellos homenajes de 2014 con la unidad como timbre de respetabilidad, la clase dirigente del país ya no es la misma, ni siquiera se parece, en este tiempo amargo dominado por el sanchismo, que ha desterrado de su agenda la memoria, la dignidad y la justicia. Vivimos hoy, y lamentamos señalarlo, una época amarga de retroceso e involución en la cadena de valores que fueron sumando eslabones en un combate de generaciones contra el mal que golpeó brutalmente la democracia y nuestro modo de vida. Es una obviedad señalar que el régimen actual, controlado por una alianza de conveniencia entre el socialismo, el comunismo y los principales enemigos separatistas de la Constitución, ha virado 180 grados el rumbo de la oficialidad de un estado que siempre supo estar a la altura de la misión encomendada y de cuál era su lugar cuando se trataba de elegir entre las víctimas y los verdugos. Huérfano de probidad y rectitud, el sanchismo se ha desentendido de las víctimas, a las que ha vejado y mentido con un ensañamiento sin parangón. Hoy, los legatarios de ETA son socios de Moncloa, sin una renuncia, abanderados del proyecto de la banda y de su memoria. Un gobierno aplaudido por los terroristas de Hamás y los hutíes, que ha amnistiado el «terrorismo bueno» por siete votos, es un oprobio que los héroes del 11M y tantos otros no merecen. Como corolario, la instrumentalización miserable del mayor atentado de Europa que Sánchez hizo ayer contra el PP y Aznar. Opta por difamar en lugar de dar la cara por la corrupción.