A pesar del Gobierno

Garzón, el exiliado

La Razón
La RazónLa Razón

El ex juez Baltasar Garzón declaró a El País: "soy el último exiliado del franquismo". Ahora resulta que fue apartado de la carrera judicial no por haber quebrantado derechos sino por culpa de los pérfidos fascistas. Para redondear el bulo, un clásico del totalitarismo: la paranoia.

No hubo justicia con él, sino una siniestra conspiración de malvados indefinidos: "estaban obsesionados conmigo...querían acabar con un determinado modelo de juez, que era yo". Y pide que se trate a todos los jueces por igual, pide justicia para todos por igual, él, que persiguió a Pinochet y nunca le tosió a Fidel Castro. Y naturalmente, apoya al cacao antiliberal del 15-M y clama por un "cambio profundo que debe experimentar el sistema democrático". Para que veamos qué tipo de arbitrariedades podría cometer si volviera a ser juez, apunta: "hay determinados delitos económicos y financieros que podrían ser crímenes contra la humanidad porque nos afectan a todos. Me refiero, por ejemplo, a esas agencias de calificación que son capaces de arruinar a decenas de miles de personas; a las entidades reguladoras que no regularon nada, a los que han dejado a señores de 80 años sin ahorros con las preferentes. La justicia debe emplearse a fondo en esos casos para exigir responsabilidades hasta las últimas consecuencias". Concluye: "hay malos jueces y fiscales que anteponen su ideología y su propio interés al de la justicia". Eso sí que es verdad, sin duda.