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¡Que vuelva Rory!

La Razón
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Durante las dos últimas temporadas, el universo de la Fórmula 1 ha estado centrado en dos grandes genios, uno al volante y otro en la pizarra de diseño: Sebastian Vettel y Adrian Newey. El primero surgió del programa de jóvenes pilotos que tiene Red Bull y que ahora está dando sus frutos después de una gran inversión y muchos fracasos. Y el segundo vive en la actualidad su tercera época dorada después de triunfar en escuderías como Williams, McLaren y ahora con RBR. La victoria que Vettel logró ayer en Spa-Francorchamps ha roto los esquemas de todos en el paddock. Nadie pensaba que los Red Bull y los motores Renault fueran tan competitivos en un circuito en el que desde hace 10 años no ganaba un coche que no fuera de Ferrari o McLaren.

Pero el monoplaza de Newey dejó perplejos a todos. Y lo hizo, como siempre, arriesgando. Algo que le falta a Ferrari desde hace mucho tiempo y eso que ahora no tienen nada que perder. Este fin de semana, la escudería de la bebida energética asumió el riesgo que suponía ir más allá de las recomendaciones de Pirelli para la configuración del coche en la pista de Las Ardenas. El "blistering"que el suministrador de neumáticos quería evitar apareció en los dos RB7 pero en manos de Vettel y Webber los problemas fueron menos. Es en esta clase de circunstancias cuando las diferencias entre un piloto rápido y otro especial salen a relucir. Vettel ganó y demostró la enorme superioridad de máquina y pilotos con las dos clases de compuestos con las que corrieron: blandos y duros.

Con los neumáticos blandos, el Ferrari F150 Italia de Alonso tuvo un comportamiento más o menos competitivo. Además, al piloto español se le veía con una agresividad que sólo algunos elegidos pueden tener. Pero cuando llegó la hora de colocar las gomas duras el rendimiento y el esfuerzo de Alonso dijeron adiós. Todo se fue al traste.

En Ferrari han pasado de ser los más innovadores al conservadurismo más rancio. Desde los años 90, fueron ellos la referencia en todos los sentidos, aunque los títulos no llegaran. Fueron ellos, con John Barnard, los que incorporaron las levas en el volante para el cambio automático, los que rebajaron el peso de los motores, los que prescindieron de la doble quilla (2002), etc. Sin embargo, en esta reciente etapa exitosa (200-2004) el denominador común fue otro genio del diseño llamado Rory Byrne (el Newey de ahora, un auténtico gurú del diseño de monoplazas aquellos años), con el que Schumacher consiguió sus siete títulos (dos en Benetton y cinco en Ferrari). El surafricano se marchó a Ferrari un año después que el alemán y no fue hasta 1999 cuando tomó las riendas del departamento técnico. Desde entonces, todo fueron éxitos y no fue hasta 2005 cuando Byrne decidió retirarse parcialmente y dejar las responsabilidades a su alumno más aventajado, el italiano Aldo Costa, el mismo que la Scuderia despidió hace unos meses y que ahora apunta a Mercedes GP.

Byrne fue el creador de dos de los coches más triunfales de la historia de la Fórmula 1, el F2002 y el F2004, que ganaron todas las carreras de aquellas temporadas a excepción de dos y tres respectivamente.

Ahora se rumorea que Ferrari podría anunciar su vuelta en el próximo Gran Premio de Italia. Hasta la fecha vivía plácidamente en una paradisiaca isla de Malasia pero hacía tiempo que se hablaba de él como el creador de la próxima generación del modelo ultradeportivo de calle "Enzo". Por el bien de la escudería y de Alonso, sería una gran noticia.