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Y volvieron cantando

Bueno para Sánchez, ¿bueno para España?

Ahora somos el socio insolidario y eso en Occidente se paga. No es esto lo único bueno para Sánchez y malo para España

Sobrepasamos ya el ecuador de la legislatura en la que menos capacidad ha tenido un gobierno para gestionar el mandato de las urnas en las más de cuatro décadas que llevamos de democracia. Cuando se llega a La Moncloa de la mano de un chantaje a la generalidad de los españoles –incluidos los votantes del PSOE y del resto de la izquierda por mucho que estas feligresías miren a otro lado– y cuando el día a día de la legislatura pende del hilo de puntuales decisiones estratégicas de socios periféricos que no dudan en recalcar su disposición a horadar los cimientos del Estado, todo a mayor gloria del mantenimiento caiga quien caiga del sillón en la presidencia del Gobierno, se llega al callejón sin salida de mandar mucho, no gobernar nada y centrar toda la estrategia en una carrera política personal, con el consiguiente quebranto para unos ciudadanos a los que se gobierna a golpe de servicios generales (eso ocurre en un país sin presupuestos) o lo que es igual, todo movimiento desde el poder viene a asumir que lo bueno para la continuidad de un presidente no lo es para sus millones de gobernados, que no sus contados miles de militantes de partido.

La dinámica de bueno para uno, malo para todos puede que acabe marcando lo que quede de legislatura y algunos síntomas ya hemos ido contemplando en las últimas semanas. El desencuentro entre Sánchez y los aliados de la OTAN a propósito de un aumento en el gasto militar al que obliga la nueva situación geopolítica resulta todo un caladero de oportunidades para un jefe del Gobierno acosado por los escándalos de corrupción de personas de su confianza. Nada como un banderín de enganche que cierre filas entre la desmotivada izquierda y situarse como el paladín frente a Trump, pero con la consecuencia, claro está, del desprestigio de España como nación ante socios a los que tanto debe, de represalias económicas que solo pagarían empresas y ciudadanos de a pie o de ausencia de peso en materia de defensa en un país que –no olvidemos– ya sabe lo que es sufrir desde su flanco sur marchas verdes o invasiones de islotes. Ahora somos el socio insolidario y eso en Occidente se paga. No es esto lo único bueno para Sánchez y malo para España. Atención al nuevo curso político.