Y volvieron cantando
Se busca dóberman
Cuando la gestión no convence a la feligresía de la parroquia, siempre queda el recurso de su movilización tocando la corneta de la propaganda antifascista
La inclinación de la izquierda por asentar dentro de su estrategia electoral el argumentario del «dóberman» como cara visible del adversario político es tan vieja como el hilo negro, pero no por ello ha dejado de ser recurrente. Cuando la gestión no convence a la feligresía de la parroquia, siempre queda el recurso de su movilización tocando la corneta de la propaganda antifascista y sembrando todo tipo de miedos e incertidumbres –a ser posible entre colectivos susceptibles de atención en políticas sociales– a propósito del Armagedón que llegaría acompañando a la derecha.
La situación política actual en plena precampaña de comicios territoriales y con los generales a la vuelta de pocos meses tampoco se ha resistido a una estrategia que en ocasiones ha reportado pingües beneficios y que ya tiene activados todos los mecanismos de rastreo en la búsqueda desesperada de otra «foto de Colón» que pueda –como ocurrió antes de las pasadas elecciones– revertir unas expectativas claramente renqueantes para la izquierda. El apoyo del PP a las enmiendas para la reforma de la ley «solo sí es sí» no ha ayudado, pero superado el «inconveniente» de una sintonía «accidental» todo valdrá para vender un cuadro burdamente pintado pero chillón a propósito de la ineficiencia, falta de sensibilidad social y tics absolutistas de quienes en realidad ya han demostrado saber gobernar haciéndose acreedores –como el caso de Núñez Feijóo en Galicia– del término absoluto pero aparejado al término mayoría.
La cita electoral del 28 mantiene bajo auténticos niveles de pánico a varios gobernantes autonómicos socialistas y a muchos alcaldes que ven cómo el centro derecha puede acabar sumando y propiciando el vuelco que teñiría de azul un mapa nacional hoy de color rojo con tonos morados y esa es precisamente la gran baza que pretenderá jugarse para rememorar otra «foto de Colón», unos pactos que en muchos casos pueden ser inevitables entre PP y Vox si se quiere desalojar a la izquierda del poder territorial. El caso de Castilla y León ha sido solo un adelanto de lo que puede ser el marcaje a un partido popular al que se tachará de entregado a la «extrema derecha», por mucho que en esa comunidad todavía nadie se haya comido a un niño crudo. Moncloa y Ferraz saben que el «28-M» pinta feo, pero perder autonomías o ayuntamientos, aun siendo demoledor puede alimentar argumentarios de cara a la cita definitiva de diciembre. Feijoo tendrá que surfear.
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