Los puntos sobre las íes
El caso Sánchez
¿Que Sánchez no sabía nada? ¡Venga ya! No sólo lo sabía sino que lo consintió
Las lágrimas de cocodrilo de Pedro Sánchez, ese impostado tonito de funeral, esa sudorina que recorría anteayer su rostro maquillado a lo Cruella de Vil, ese rictus de contrición más falso que Judas, como todo en él, no pueden esconder ni desde luego disimular lo evidente: esto no es el caso Cerdán ni el escándalo Ábalos, menos aún una mangancia exclusiva de Koldo García. Ni seguramente el episodio Armengol. Esto es el caso Pedro Sánchez. Perdón, el CASO PEDRO SÁNCHEZ. Con mayúsculas. Estaba indignado no con la corrupción nivel dios de sus principales colaboradores sino porque les han pillado. A él y a sus sicarios. Que el sector más leal del periodismo a sueldo del autócrata –y eso que cada vez quedan menos ratas en el barco– no nos haga líos, porque si los lees o los escuchas puedes llegar a sentir pena por un Sánchez al que han traicionado sus principales colaboradores. Pareciera que el secretario general del PSOE es la víctima y no el victimario. Que pasaba por allí. Delirante. Que nadie se equivoque: el 28 de enero de 2017, tres meses largos después de ser defenestrado como secretario general, valiente él, se subió a su Peugeot 407 y se dedicó a recorrer todas las Casas del Pueblo a norte, sur, este y oeste. ¿Quiénes le acompañaban? Al volante iba él. De copiloto viajaba Ábalos, un sujeto que ya entonces no gozaba de la mejor de las famas en Ferraz. Y atrás dos chicarrones del norte: Koldo García, una mala bestia de 2x2 pero extremadamente simpático, y Santos Cerdán, cuyo currículum se limitaba a haber ejercido de carretillero en una conservera de Milagro, un entrañable pueblo de Navarra. Fueron cinco meses 24/7 en los que pasaron más tiempo juntos que con sus familias, compartiendo habitación de hotel. El roce hace el cariño. Las fotos de hace ocho años no mienten: eran amigos del alma. El marido de otra presunta delincuente, Begoña Gómez, venció contra todo pronóstico y recompensó a sus compañeros de tour. A Ábalos lo puso ni más ni menos que a defender la regeneradora [jajaja] moción de censura contra Mariano Rajoy y lo situó de número 2 del partido, a Santos lo hizo diputado, más tarde secretario de Coordinación Territorial y hasta ayer era el sucesor del primero en el partido. Koldo García no tenía cargo específico, era el chico para todo del ministro de Transportes. Lo mismo servía para un roto que para un descosido. Sea como fuere, hablaba de tú a tú al Padrino, a Ábalos y a Cerdán. Todos ellos siguieron al baranda hasta que la Justicia en general y la UCO en particular se interpusieron en su camino. Por eso me provocan un asco rayano con el vómito los siete «pido perdón» del todavía presidente. Nadie en su sano juicio se creería que los más estrechos colaboradores del líder de una organización, sea un partido, una empresa o un puesto de pipas, hagan de su capa corrupta un sayo sin el nihil obstat del de arribita del todo. Menos aún en una formación política en la que opera el miedo cerval al caudillo, en el que todo aquel que se mueve no sale en la foto, en el que salvando las distancias el modus operandi del vértice superior de la pirámide se aproxima más al de Kim Jong-un o Nicolás Maduro que al de un líder democrático europeo. ¿Que Sánchez no sabía nada? ¡Venga ya! No sólo lo sabía sino que lo consintió. Y pronto verán que, además de consentir, participó. Era, es y será el capo di tutti capi. Obvio.