Aunque moleste
Cataluña pide gestión
Hay una base creciente de votantes a la que importa más la solución de sus problemas que el soberanismo
Saturados de discursos instalados en la mera proclama, buena parte del electorado catalán está pidiendo a gritos más gestión y menos pancartas. Cuando el mensaje no va más allá del lema identitario, y no se saben solventar los problemas que de verdad afectan a la gente, entonces llega la frustración y a veces el pasotismo. El domingo mucha gente decidió no votar como castigo a la clase política. Error. En realidad, ese castigo no es sino la gasolina de algunos para seguir viviendo del cuento. Esta vez ha habido abstención, pero también mucho voto distinto, que el buenrollismo denomina de ultra-derecha.
La verdad es que, si bien tanto Vox como la señora Orriols pueden ser ultras, quienes les votan no son fascistas, como algunos sostienen, sino personas agobiadas por dificultades para las que no encuentran solución. En el caso de Cataluña, agobiados por un entorno en el que la inseguridad y la okupación les están condicionando la vida. Problemas más que visibles no solo en el cinturón de Barcelona, sino en poblaciones tan ultracatalanistas como Ripoll, Vic o Figueras, siendo esa presencia mayoritaria en Guissona o Salt, donde el paisaje urbano está repleto de hiyab, niqab e incluso burkas, amén de tiendas y comercios con letreros en árabe. Nada de particular si no fuese porque la inseguridad en las calles es creciente, lo que también engorda ese voto radical. El 30 por ciento de los catalanes reconoce hoy haber sido víctima de algún delito menor (hurto de móviles, robo de carteras y bolsos, atraco en comercios). Una creciente ola de agresiones sexuales ha disparado la venta de sprays antivioladores, y la okupación de casas se ha convertido en habitual en según qué barrios. Cataluña es el paraíso de los okupas. En 2023 hubo 20 mil okupaciones, más que en Madrid, Andalucía y Valencia juntas, el 42 por ciento de las ocurridas en España.
En ese escenario de miedo o inquietud es donde pescan Abascal y Orriols, pero también el PP, que en la última semana enfocó el mensaje de sus líderes hacia tal problemática. Dicen algunos que eso es populismo, pero de ninguna manera se puede considerar populismo solventar los problemas de la gente. Claro que, para eso, hay que arriesgarse a ser políticamente incorrecto diciendo cosas que incomodan a una clase política acomodada que vive del lema y la pancarta. Que es en lo que se había instalado el nacionalismo indepe tanto de Aragonès como de Puigdemont.
Ojo a lo sucedido el domingo, porque si el mejor resultado del PP en el pasado fueron los 19 escaños de Alicia Sánchez Camacho, la suma del PP y Vox de ayer llega a 26, que serían dos o tres más de haberse aprovechado los restos de Ciudadanos. Lo que quiere decir que hay una base de votantes a la que importa más la gestión que el soberanismo. Dijo ayer Vidal Quadras, con razón, que ese bloque de votantes lograría aún más escaños si fuese dentro de una plataforma unitaria tipo Sociedad Civil o Cataluña Suma, pues es conocido que la ley d’Hont penaliza la división y premia la unión. Puigdemont lo ha sufrido ahora como consecuencia de la irrupción de Aliança Catalana. El constitucionalismo lo viene padeciendo desde hace años sin remedio.
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