Alfonso Ussía

A Blatter

Estimado señor suizo: Siempre lo he tenido por una persona educada e inteligente. Las personas educadas y con un cargo internacional acostumbran a parecer imparciales, y en el caso que nos ocupa, su imparcialidad se ha ido al garete. Y las personas educadas con un rango en la sociedad que demanda la ejemplaridad, no acuden a las universidades con copas de más para intervenir en coloquios con los estudiantes. Y usted, señor Blatter, se presentó en la Universidad de Oxford con un nivel de alcoholemia que en España establecemos como el primer paso de la gran tajada, es decir, la verborrea convincente. Después vienen la exaltación de la amistad, los cantos regionales, el tuteo a la autoridad y el insulto al clero.

Usted menospreció a un excepcional futbolista siendo el presidente de todos los futbolistas del mundo. Y lo hizo para elogiar a otro excepcional futbolista, al que ofreció su apoyo incondicional. Los futbolistas son deportistas, y al que usted imitó con burlas, y despreció con toscas ironías, es un deportista modélico y un ciudadano sin mancha. Se entrena con un interés, esfuerzo y perseverancia ejemplares. Paga religiosamente sus impuestos, y para alcanzar su nivel de excelencia física no ha precisado jamás de sustancias alentadoras ajenas a su naturaleza. Forma parte del club que la FIFA, la asociación que usted preside, designó como el «Mejor Club del siglo XX», y su rendimiento en ese club supera todas las expectativas y esperanzas puestas en él. Exige a sus compañeros el mismo trabajo que él desarrolla, y eso recuerda a otro futbolista excepcional, único, que se llama Alfredo Di Stéfano, actual Presidente de Honor del Real Madrid, el club de su ofendido, que no toleraba la desidia ni la indolencia en sus compañeros.

Este futbolista, Cristiano Ronaldo, corre, salta, sube, baja, ataca, defiende y mete goles como consecuencia de sus cualidades y calidades innatas y su respeto por la superación. Probablemente es menos simpático que su futbolista preferido, ese hijo que quisieran tener todos los padres como usted y las madres también como usted, de acuerdo con sus palabras. El formidable futbolista menospreciado por usted y su exceso de alcohol en las venas, no ha precisado jamás de hormonas para crecer, y menos aún, de esas mismas hormonas para seguir creciendo más alla de los veinte años de edad, que es tiempo de detención del crecimiento. A ese jugador lo machacan partido tras partido los enemigos del fútbol, es decir, los futbolistas violentos, y los árbitros permiten el habitual y permanente maltrato que recibe de los mediocres. Su preferido no tiene ese problema. Al mínimo empujón o roce, los árbitros, probablemente influidos por su amor hacia él y el cariño hondo del señor Sánchez Armiño, el jefe de los árbitros en España, sancionan al defensor que osa detener su carrera de forma lejana a las normas del deporte limpio. A uno, a su despreciado, lo maltratan, y al otro, a su adorado, lo miman.

Cristiano Ronaldo, además de jugador del Real Madrid, es portugués, mientras que su amado es argentino, y ya se sabe la bula que Argentina tiene en la FIFA. Otro grandísimo jugador argentino fue sorprendido dopándose en un Mundial y su Selección no fue suspendida. Se lo dice, señor Blatter, un viejo aficionado al fútbol. Se entiende su predilección por el buen chico que no paga sus impuestos. Pero su cargo le recomienda ser neutral y respetuoso con el gran deportista que cumple, sobradamente, con su Club, su Selección, su profesión, su físico, y sus obligaciones fiscales. Atentamente,