Alfonso Ussía

«Adéu»

La Razón
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Si un milagro no lo remedia, intuyo que este será el último artículo que escriba con Artur Mas de protagonista. Las despedidas son siempre tristes y dolorosas. Mas y el que firma han mantenido una relación muy frecuente en los últimos años. No hemos coincidido nunca, pero ahora lo veo, lo analizo y siento una pena enorme. ¿Qué será de él? Sus allegados no se ponen de acuerdo. Unos apuntan a Canadá, otros a Escocia, los más a Suiza y los menos a Liechtenstein. En el principado de Liechtenstein Mas se puede aburrir una barbaridad. Vaduz es una pequeña ciudad y a los pocos días de conocerla, no aporta alicientes. Sus habitantes son todos millonarios, o príncipes, o suizos camuflados. Y donde hay dinero hay puterío, pero Mas no es de ésos.

No me interesa su situación económica. Prefiero la desaparición de su figura en mis horizontes al instinto primitivo de la venganza. Nos ha hecho mucho daño a millones de españoles. Ha insultado a España, nos ha llamado ladrones, retrasados, indolentes y vagos. Ha dividido y enfrentado a los catalanes y roto muchas familias. Mas ha sido un necio sin educación, un propagador del odio. Y en el fondo, desnudando su vanidad, un pobre y desajustado paleto, un aldeano faltón, un muy poca cosa dentro de la poca nada.

Si ha conseguido asegurar económicamente su futuro fuera de España, no seré yo quien lo denuncie y lo persiga. Que viva feliz y alejado. Que sepa en verdad lo que significa el rechazo de su propia tierra. Porque Mas, sin el Poder, no va a resistir en España. No tiene agallas para ello, aunque Rajoy tampoco las tenga para demandarle sus responsabilidades. Lo escribí días atrás. Entre unos y otros nos han convertido en una masa de cobardes y pusilánimes que aguantamos todo con tal de seguir sobreviviendo. No obstante, y casi con la garantía de que no le será exigida su responsabilidad en el desastre, Mas no restará en España. Una demanda, una querella caída en un Juzgado independiente, puede llevarlo a la cárcel.

Los grandes poderes creen que la Justicia es controlable, hasta que aparece un juez que les dice que no. Un humilde y desplazado juez con el deseo de honrar a su profesión, puede terminar con todos los blindajes, amenazas, componendas y armatostes defensivos con los que el Poder ampara a los poderosos en sus desavenencias con la justicia. Nadie va en verdad contra Pujol por lo que Pujol sabe y guarda. Nadie va contra Mas por lo que Mas sabe y guarda. Nadie va contra Chaves, o Griñán, o Bárcenas, o Rato, o Correa, o Granados por lo que todos ellos saben y guardan. Pueden pasar una temporada en la cárcel, pero un día vuelan, desaparecen y disfrutan de lo que han sabido y han guardado. En el PP como en el PSOE, Podemos o CDC, ERC, PNV y Bildu, existe un terror compartido para impedir que salga lo que se sabe y se guarda. Pero un mero juez, un juez con valentía y respeto a su profesión, puede desmontar el tinglado del Poder en un minuto. Y eso es lo que todos temen, lo que todos intentan evitar y por lo que todos se ayudan. El Sistema. Ya está Podemos en el Sistema y puede darse por satisfecho. Su inmunidad es una cuestión de Estado.

Sucede que no pueden existir garantías totales de inmunidad. Y que todo aquel que mengüe en su poder o disminuya en su partido, camina por la cuerda del precipicio. Y un día los jueces serán dos, o tres, o mil veintitrés, como en la canción de Theodorakis. Y los que han maltratado con su avaricia y egoísmo a España, caerán.

Mientras tanto, es suficiente con su desaparición momentánea.

Y de ahí, mi artículo de despedida. En Cataluña lo rechazan más que lo quieren. En el resto de España es un monigote. ¿Quo Vadis, Mas? Disfrute, mientras pueda hacerlo.