Rosetta Forner

Afortunados

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Las penas con pelas son menos penas. Vivimos en una sociedad en la que no tener dinero es cosa mala. Mucha gente lo pasa fatal porque no tiene para comer, no puede pagar la luz... Parece como si la diosa fortuna les fuese esquiva y se hubiese olvidado de ellos. Muchos son los des-afortunados que, un buen día, por aquellos caprichos de la fortuna, compran un décimo de Lotería y pierden el «des», pasando a ser simplemente afortunados. Ojalá les sirva para mejorar sus vidas, no solo para tapar agujeros. El dinero paga facturas, pero no da la felicidad. Cierto es que cuando caen peniques del cielo (dinero gratis), todos nos alegramos. El dinero paga cosas: una casa, un coche, un viaje... Pero no compra un hogar, ni un amor, ni la felicidad. Más importante que el dinero es el amor. Los verdaderamente afortunados son aquellos que, teniendo amor a manos llenas, no andan faltos de dinero. Aunque mi abuela solía decir que a veces es más rico uno con diez que otro con veinte. Se refería a que hay gente que sólo tiene dinero, mientras que otra sabe ser próspera. Yo prefiero ser de estas últimas. Y, por encima de todo, quiero sentirme afortunada en amor y en salud. El dinero va y viene por la vida. Hay personas que por más dinero que tengan, no saben disfrutarlo, no saben ser prósperos. ¿Por qué? Porque tienen una mala relación con el dinero, o mejor dicho, con la prosperidad o con la idea de ser afortunados en la vida. Conozco a mucha gente que, aun ganando dinero, no le cunde. Como «coach» sé que las «creencias» (ideas) que tenemos sobre nosotros se reflejan, entre otras cosas, en el dinero. Enhorabuena a los que la lotería ha premiado. Ojalá sepan disfrutarlo como se disfruta un viaje, que se sabe que un día acabará y solo quedará un buen recuerdo. Que te toque dinero es una cosa, y otra saber crear prosperidad.