Iñaki Zaragüeta

Ahora le toca a la Policía

Sólo los hechos probados, las constataciones, constituyen la base para imputar a alguien una acción, un delito. Ni siquiera las sentencias judiciales, dictadas por personas y por tanto con posibilidad de errar, avalan la verdad absoluta. Mucho menos dos informes académicos, por más que se llamen los autores Sánchez Cuenca o Caballero, certifican su contenido; mucho menos si se fundamentan en los relatos de una organización terrorista. Con estos soportes, la utilización como esencia de un argumento ni siquiera equidista entre la realidad y la infamia. Con seguridad, está más cerca de la segunda que de la primera. De ahí que la dinámica elegida por Podemos para justificar su laberinto en torno a ETA resulte inadmisible. Como se antoja inaceptable que quienes aspiran y sueñan con gobernar (espero que la catarsis necesaria no pase por la locura colectiva) lancen acusaciones, sin más sustento que los trabajos referidos, contra la Policía, contra el Estado, de haberse erigido en «camellos» de heroína para los jóvenes vascos e impedir así su fichaje por la banda, hasta el punto de provocar la desaparición de toda una generación. ¿De dónde han sacado semejante teoría? Todavía viven muchos vascos de esa generación. Las únicas desapariciones autentificadas son las víctimas de ETA. Monedero, autor de tales manifestaciones y mano derecha –más idóneo sería izquierda– de Pablo Iglesias, se erigió en dedo acusador de semejante calumnia sin importarle las consecuencias, sin tener en cuenta que las heridas de la calumnia se cierran pero quedan cicatrices (Benavente). Peor aún es la insistencia en la tesis con la excusa de los citados trabajos académicos. No quiero imaginar un Gobierno actuando en base a los informes que le trasladen sus expertos, adictos por supuesto. Ahora, la esperanza es que actúe la Justicia sobre la irresponsabilidad. Así es la vida.