Lucas Haurie

Amaeztr(u)ado

Aunque exclaustrados, tanto el defensor del pueblo saliente como el entrante son sacerdotes. La ordenación es un sacramento y, por consiguiente, imprime carácter. Lo que ignoramos es qué tipo de carácter imprime porque curas hay, igual que periodistas o fontaneros, rebeldes y acomodaticios; reformadores y rupturistas; en resumen, y por emplear términos de esencial inteligibilidad para el puesto en cuestión, los hay protestones y los hay mamadores. En concreto, Chamizo ha salido por ser lo primero (y por tener el techo de cristal) mientras que Maeztu ha demostrado, desde el mismo discurso de asunción del cargo, que ha sido elegido por lo segundo. Promocionado pese a fracasar en su intento por erradicar el asentamiento chabolista más añejo de Europa, sabe a la perfección que para la supervivencia en la selva pública no es necesario otro talento que el servil lengüetazo al Rey León, esto es, a quien tenga la llave del presupuesto. La política se puede reivindicar como un oficio, como hizo él ante sus benefactores en sede parlamentaria, porque son legión quienes se dedican a ella como medio de vida, sin más propósito que llevarse al bolsillo una soldada impensable en cualquier otra actividad. Lo que bajo ningún concepto es admisible es aplicarle el adjetivo «noble», a no ser que se emplee como un sustantivo, la cúspide de la sociedad estamental en que se ha convertido Andalucía. Donde los siervos de la gleba aportamos diezmos confiscatorios para sufragar la vida opulenta de estos señores feudales de nuevo cuño, cada uno con su corte de bufones, digo de asesores.