M. Hernández Sánchez-Barba
Aproximación a las mentalidades
Las categorías que componen la historia, en cuanto realidad humana en el tiempo, no son todas idénticas. Existe, sí, autonomía del pensamiento pero no todos los sectores de la experiencia se relacionan entre sí; muchos se rechazan, otros se autoidentifican. Sirva esto para negar absolutamente el «monismo» economicista o reducción a lo económico de todos los ámbitos de la actividad humana. El historiador Georges Duby lo ha explicado diáfanamente con su seria llamada de atención a las mentalidades, como adaptación a la situación social impuesta, que las hacen de inevitable consideración. El cambio es la categoría temporal más decisiva e importante de la historia. Se refiere a modificaciones profundas y significativas, lo cual implica un mínimo muy rápido de toma de conciencia. La realidad histórica configura una experiencia del hombre, protagonista-sujeto, que el historiador, a través de la investigación, trata de abordar y comprender en su experiencia temporal compleja para aproximarse a la conciencia personal o comunitaria pluridimensional.
La explicación de que esto sea así radica en cuanto que el hombre, sujeto esencial de la historia, es creador de cultura, afirmación radical de la vida, sujeto de la realidad estructural: un presente instantáneo entre el peso de la experiencia del pasado y la instancia hacia el futuro en un sentido dinámico. Ahora bien, ¿cuáles son los campos en los que el historiador actúa para comprender la realidad? Se han señalado tres niveles: número, estructura y mentalidades. Este último constituye atención preferente para los historiadores, aunque no todos coinciden en su contenido ni en sus fundamentos teóricos. Puesto que el hombre y la situación de su experiencia en el mundo es de alta complejidad, resulta evidente que el análisis de las mentalidades debe ser pluridisciplinar, de modo que en la categoría tiempo se analizan funciones intelectuales, espirituales, sociales, afectivas –que afectan–, se refieren y conducen a nivel de pensamiento, última posibilidad de comprensión. Por ejemplo, un fenómeno histórico característico de la sociedad, como puede ser el conocimiento sobre la edad matrimonial en una sociedad, es claro que debe ser estudiado por la Historia demográfica, pero no es menos evidente que en su dimensión estructural conducirá a sistemas de cultura: familia, comunidad, Estado.
En esa frontericidad –en la que existe interacción e intercomunicación relacional– puede captarse el pensamiento conceptual, no por cuantificación, acumulación o yuxtaposición, sino como posibilidades de un nuevo modo de realidad por creación de significados. Es decir, explicaciones, respuestas a las inquietudes y sentimientos humanos; la búsqueda de sistemas para superar los miedos, estimar valores, saberes, intereses, tensiones, necesidades, vivencias, dimensiones en las que radican los problemas más decisivos para el hombre en el triple orden psíquico, espiritual y creativo, originando mentalidades definitivas. Puede referirse a las estructuras religiosa, política, económica, social, cultural.
Se trata, en definitiva, de un tema de importancia decisiva, pues el tercer nivel pluridisciplinar acumula un verdadero laboratorio mental de los hombres integrando experiencia en el tiempo y en el espacio con una complejidad extrema, pues de la ontología del hombre –un estar en el tiempo– obliga a pasar a la ontología del espíritu, una categoría del ser real, con pareja realidad a su entorno y, por añadidura, superior a la vida psíquica y la conciencia, que es el espíritu. Así pues, los hombres, a partir de su raigal condición existencial entendida como una existencia haciendo frente a una situación, relacionan significados. Cuando todas las vivencias existenciales alcanzan una comunicación explicativa, constituyen una comunidad existencial con articulaciones espirituales que entre sí forman mentalidades, ordenadoras del mundo histórico, conservando su condición dialéctica. Sólo es posible captarlo a través del pensamiento conceptual, que trata de apreciar el desenvolvimiento, pongamos por caso, de una estructura religiosa modificada experiencialmente, por frontericidad con otras de distinta intención.
El sujeto de la historia es el hombre en cuanto centro dinámico de relaciones. Los hombres sienten necesidad de crear, modificar, transformar, interpretar, decidir, racionalizar, apasionarse. Es decir, todo aquello capaz de promover una especial complejidad e intensidad en sus acciones y en sus proyectos, que se manifiesta en la experiencia, pero con una característica: la interdisciplinariedad, pues la mentalidad aproxima el conocimiento histórico a lo espiritual, afectivo, institucional, económico, religioso, cultural y político. Ese conjunto de interacciones es lo que en el tiempo en que se produce su ilación, constituye, de un modo firme, una efectividad histórica que puede constituir una mentalidad de acción decisiva en el conjunto.
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