Marina Castaño

Aquellos tiempos del cuplé

La Razón
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Esta semana se han muerto Sarita Montiel y Margaret Thatcher, la una contrapunto de la otra, contrapunto en lo sensual aunque Camilo José solía decir que soñaba con un fin de semana en Marbella con la «dama de hierro», así que su carácter férreo algo de sexy debía tener. Las dos eran coetáneas, sobre poco más o menos, pero muy diferentes en lo físico y supongo que también en lo químico. En los tiempos en que la manchega volvía locos a los hombres (yo tenía un profesor de guitarra que vendía diez años de su vida al diablo por una noche de amor con la cupletera) funcionaba aquello de tirar la piedra y esconder la mano, o sea calentar braguetas para luego nada de nada. Sí, las vedetonas se exhibían escotadas y con voz de orgasmo para provocar la libido del personal masculino, pero después ellos se las tenían que arreglar con su imaginación pasando por la caja de una profesional para remediar su concupiscencia. Tiempos difíciles para el sexo, sí, ya que hubieron de pasar los años hasta que llegó la liberación de la mujer de la mano de la píldora anticonceptiva. Estamos hablando en líneas generales, claro, que de todo ha habido en la viña del Señor. Pero no deja de ser cierto que todas estas artistas del mundo del espectáculo fueron también unas avanzadas, unas precursoras del destapismo setentero en que senos y traseros vieron la luz y salieron a respirar aire puro. La Montiel, cuando la censura lo permitió, no perdió un minuto para aparecer semidesnuda en Interviú, dejando a todos con los ojos abiertos ante la visión de sus redondeces pectorales. Se fumó muchos puros y tuvo varios maridos. Ahora marca el fin de una era, aunque por ahí quedan todavía Maruja, Carmen... y otras que Dios guarde muchos años. Y a Saritísima la tenga en su Gloria y la perdone sus muchos pecados. Amén.