Gaspar Rosety
Árbitros y arbitrajes
Antaño, conocíamos el nombre de los cabecillas del arbitraje: Sánchez Arminio, Urízar, Guruceta, Pes Pérez y otros, que dejaron paso a Díaz Vega y López Nieto, como principales referencias. Ahora, en cambio, contamos con una docena de colegiados cuyos nombres nos suenan pero no llegan al estrellato. Hace cerca de tres lustros, Sánchez Arminio entregó la dirección técnica del arbitraje a Manuel Díaz Vega, símbolo y referente de la honestidad, la valentía y la independencia. El internacional asturiano, muy valorado en FIFA y UEFA, propuso un plan a largo plazo para mejorar a los árbitros y, en consecuencia, abrillantar los arbitrajes. Se le censuró que quisiera fabricar árbitros robotizados, máquinas replicantes de un modelo preconcebido. Y, en cierto modo, lo hizo. Sacó en serie una veintena de árbitros de gran calidad, de escasa fama y magnífico rendimiento con personalidad propia.
La temporada que ahora finaliza es, según datos estadísticos, la mejor de los últimos quince años. ¿Por qué? Por el descenso del número de errores y de la importancia de los mismos, por la coincidente línea de actuación de los jueces deportivos y por la perseguida unificación de criterios y legítima y natural divergencia de opiniones. Dos árbitros pueden sancionar de forma distinta una misma jugada. Depende de cómo la vean. Contamos con el nivel más alto del mundo en materia arbitral y es mérito digno de reconocer a Victoriano Sánchez Arminio, Manuel Díaz Vega y tantos otros que se han dejado la vida en el empeño.
No son famosos, pero sí más árbitros y mejores. Los hechos lo indican tras una filosofía acertada en su planteamiento y desarrollo técnico.
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