Ely del Valle

Artrosis ideológica

Que un bisnieto de los que vivieron la guerra civil hable ahora de reeditar el Frente Popular del 36 es algo que pasma. Que ese alguien sea además candidato a presidir el Gobierno, no solo pasma sino que también asusta, no tanto por lo que representa la iniciativa como por el gesto, a medio camino entre la irresponsabilidad y la arrogancia, de elegir para una hipotética nueva alianza de las izquierdas un modelo de tristísimo recuerdo. Asusta que alguien que no ha cumplido los treinta se declare abiertamente partidario de los cordones sanitarios de izquierdas (los de derechas por lo visto son inaceptables) cuando se supone que el progreso está en la tolerancia, en la alternancia y en el fair play; asusta comprobar que juventud no siempre es sinónimo de flexibilidad y que hay artrosis ideológicas que aparecen a cualquier edad. Puesto a empaparse de la Historia reciente, Alberto Garzón podría haber recalado en el «vive y deja vivir» o en el «prohibido prohibir» de mayo del 68 que era el que se suponía que venían a recuperar movimientos como el 15-M, pero no: se ha anclado en la primera mitad del siglo XX entre las tesis de Gramsci –extraña que «Los 32 Cuadernos de cárcel» no sean un best seller por la cantidad de gente que últimamente lo menciona con la familiaridad del lector habitual– y un escenario prebélico que sólo puede provocar nostalgia a un inconsciente. Si la intención de Garzón es la de devolverle a Podemos la jugada robándole a la izquierda más extrema aprovechando que a Monedero se le ha calentado la boca, no digo nada; ahora bien, si la idea que tienen en Izquierda Unida de lo que significa regenerarse pasa por haber elegido a un líder que tiene como objetivo retrotraernos cuatro generaciones y colocarnos en el escenario político de 1936, más vale, camaradas, que el último que salga apague la luz.