Autónomos

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La Razón
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Dicen que el riesgo de ser pobres entre autónomos es bastante mayor que entre asalariados. Es más, añaden que el 35% de los trabajadores por cuenta propia vive bajo del umbral de la pobreza. Parece que no es del todo compatible esa felicidad que da no tener más jefe que uno mismo, con tener bien nutrida la cuenta corriente. Los que nos dedicamos al arte o las letras sabemos del asunto. Yo llevo 35 años preguntándome cómo es posible que pueda vivir del teatro. De mi vocación. Antes, todavía tuve tiempo de trabajar nueve años en un hospital. Conocí la amargura de ser una asalariada de sueños ajenos. Por eso cuando pedí la excedencia, crucé los dedos para no tener que volver. Por eso cuando me va mal tengo pesadillas en las que vuelvo a ver camas blancas corriendo por largos pasillos blancos. Es maravilloso poder trabajar en lo que a uno le gusta. Y ese debería ser el propósito de la educación y del sistema, que la mayoría de los ciudadanos descubrieran qué es lo que quieren hacer y cómo conseguirlo sin dejarse la piel en el intento. Porque queridos míos, en los autónomos no es todo vida y dulzura. Vamos a contracorriente y las leyes no favorecen nuestra labor. Se pagan cuotas desproporcionadas y cuando un autónomo cae enfermo ya puede arrastrarse para hacer la faena. En mi profesión el tema se pone tremendo cuando llegas a la jubilación. De momento, aunque en riesgo de pobreza, sigamos autónomos.