Paloma Pedrero

Bailar citas

No sé qué está ocurriendo en este país agobiado pero se ha vuelto de lo más corriente quedar con alguien, tal día a tal hora, y que unos días antes o unas horas, incluso unos minutos antes –y hasta después– te avise para posponer la cita. Posponer, postergar, retrasar, anular, son términos feos que utilizamos de forma cotidiana en estos días nuestros.

El poder político ha pospuesto siempre, para eso es el poder y ofende a su gusto. Los que lo poseen consideran que, puesto que el citado va a pedirle algo –que el poderoso suele considerar erróneamente suyo- está en su derecho de cambiar la reunión sin el menor recato. Ego de poderoso lerdo. Sin embargo, este baile de citas como algo normal, este desaire con los otros, ha llegado a entre iguales.

Quedas con colegas y, cuando menos lo esperas, te aplazan la cita a otro momento por razones inauditas. Lo que suele traer consigo, más aún cuando el encuentro es grupal, una cadena de pesadeces y postergaciones que siempre paga la gente seria. Porque, además, hay que volver a encajar la reunión, con su consecuente pérdida de tiempo.

El colmo es que este baile ha llegado incluso a citas de pura amistad, y en esto los más jóvenes se lucen especialmente. Tú quedas, pero si te sale un plan mejor, anulas la cita inicial y dejas colgado al primero. Olé tus bemoles. Y esto no creo que tenga mucho que ver con la crisis monetaria. Esto es un problema de mala educación.

Detrás de una cita bailada suele haber un irresponsable que sólo piensa en la hermosura de su ombligo.