Alfonso Ussía
Batacazos
Comparados los batacazos, el del PSOE ha sido más contundente que el del Partido Popular, que no celebró su victoria. Destaca el triunfo de Podemos, que ha pasado de la nada a tener cinco escaños gracias a la inversión mediática de La Sexta en beneficio de su dirigente Pablo Iglesias. En este apartado, hay que felicitar efusivamente a los principales ejecutivos de Atresmedia, que también pueden considerarse vencedores. UpyD aumenta el número de escaños y Ciudadanos se estrena con un par de ellos en el Parlamento Europeo. Vox se ha quedado a las puertas, pero bien colocado para las próximas citas municipal y autonómica. Los comunistas de Izquierda Unida han subido, mucho menos de lo esperado, y en Cataluña se ha confirmado el vuelco. Bildu ha logrado un escaño, y hay que interpretar esa desgracia desde el optimismo. Al fin, los europeos se van a enterar de lo que significa tener a un partidario del terrorismo de cháchara comunitaria. El bipartidismo en España tiembla, y a estas alturas de la cosa aún no se ha redactado en el Partido Popular la comunicación que informa a Pedro Arriola de que al fin, sus servicios han pasado a considerarse urgentemente prescindibles. También Rubalcaba y Valenciano transcurren por horas de tristes meditaciones. Serán devorados por los suyos en los próximos días.
No obstante, los pequeños partidos triunfantes en la jornada del domingo harían bien en no excederse demasiado en las celebraciones. Los españoles, hartos de un sistema cada día más férreo y lejano a la ciudadanía, han castigado de manera tan merecida como sonora a los dos grandes partidos. Sirven para eso las consultas electorales que en España siguen considerándose exóticas, como la del Parlamento Europeo, aunque no lo sean en absoluto. Ante unas elecciones generales, el voto es mucho más prudente, cauteloso, meditado, cobarde y ajeno a los experimentos. Pero es bueno que tanto el PP como el PSOE se aperciban de una realidad que se ha volatilizado en las preclaras mentes de sus dirigentes. Que España no les pertenece, que España está para ser servida y no para servirse de ella. Si después de los batacazos el PP y el PSOE no reaccionan con valentía renovadora y tajante, el bipartidismo se puede ir al mismísimo carajo.
En el Reino Unido han triunfado los euroescépticos, que es una forma suave de llamar a los antieuropeos. En Francia se ha impuesto el Frente Nacional de Le Pen, que no es flor de un día, sino la consecuencia de muchos años de continuas decepciones y estupideces buenistas. Pero es España la circunscripción electoral que más debe preocuparnos. Y el aviso está dado. El PP ha perdido millones de votos, entre ellos, humildemente el mío, que se ha quedado en mi casa profundamente decepcionado. Es la primera vez que lo hace desde que en España se abrió la puerta de la libertad democrática. Mi voto, tan respetado y querido para mí, ha formado parte de todos los refrendos, elecciones generales, municipales, autonómicas y europeas, y en esta ocasión me dijo que se encontraba mal, que estaba cansado y que no le obligara a salir de casa. Por supuesto que se lo autoricé.
Se ha abierto el período de los osados y de los valientes. También, como apunta Raúl del Pozo, el de los payasos. Tenemos tiempo para distinguir a unos de otros. Y se ha abierto la oportunidad, a plazo limitado, para que los dos grandes partidos demuestren que son dignos de la mayoritaria confianza que han gozado hasta la fecha. Que reconozcan sus culpas y pidan perdón. No son necesarios congresos extraordinarios ni reuniones de ejecutivas. Basta y sobra la valentía y la voluntad de rectificar.
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