Cástor Díaz Barrado
Brasil y Argentina
Las derrotas de Brasil y Argentina en el reciente Mundial de fútbol no dejan de ser un suceso de carácter deportivo. Con seguridad, las selecciones de estos países latinoamericanos tendrán muchas otras oportunidades para demostrar su capacidad y entusiasmar, de nuevo, tanto a sus aficiones como al resto de los amantes del fútbol. Lo que sorprende es que, a la par del triunfo o la derrota de algunos equipos, se hayan extraído consecuencias en el campo de lo político y que la imagen de unos u otros países se haya reforzado o deteriorado en razón de algo que, a pesar de todo lo que hay detrás, sigue siendo un juego. Lo que ha sucedido con las selecciones de Brasil y Argentina en este Mundial revela, por ello, algo más. La deteriorada situación económica de Argentina es posible que ponga fin a una determinada línea política y que abra nuevas expectativas para la sociedad argentina en el futuro. Se equivocaron quienes pretendieron afirmar los valores nacionales mediante expropiaciones injustificadas en una sociedad internacional en la que el diálogo y el entendimiento son las bases del éxito. Lo mejor en la sociedad internacional es tener amigos y no generar ningún tipo de desconfianza y si deben adoptarse medidas traumáticas, como la nacionalización o la expropiación, deberán hacerse, siempre con base en el bien común, de tal forma que no se rompan los lazos con aquellos países que se ven afectados por medidas de ese tipo. Las posiciones en el fútbol no reflejan, de antemano, las posturas que se defienden en las relaciones internacionales pero llama la atención que muchos de los aficionados españoles sintieran con satisfacción los triunfos deportivos de Colombia y no sucediera del mismo modo con el juego de Argentina. Sería exagerado decir que ello supone un triunfo de la Alianza del Pacífico frente a Mercosur, al menos en el campo de los sentimientos, pero refleja, por lo menos, que los diversos países tienen en cuenta el comportamiento previo de otros países en sus relaciones mutuas. Pronto se verá si el Gobierno de Dilma Rousseff y la ideología que lo sustenta reciben el apoyo mayoritario de la sociedad brasileña y, con seguridad, la «humillación deportiva» que ha sufrido Brasil en este Mundial que se disputaba en tierras brasileña, poco tendrá que ver con las opciones políticas que elijan los brasileños. Pero la derrota deportiva de Brasil sí se puede constituir en un símbolo de que la política y la economía brasileña no caminan en la dirección más correcta. ¿Quién nos iba a decir a los españoles que el sentimiento general en la final del Mundial de fútbol sería que ganase Alemania frente a un país latinoamericano?
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