Toni Bolaño

«Calvo» a los catalanes

El enroque es el único movimiento del ajedrez que permite mover dos piezas a la vez. Su objetivo es proteger al rey del ataque del adversario y darle cobertura ante un posible jaque. La jugada no se utiliza sólo en el tablero blanquinegro. Sirve también para la política. Pujol la usó en la Comisión de Investigación sobre el fraude fiscal en el Parlamento catalán. El señor Pujol –como se referían a él todos los grupos políticos sin hacer referencia a su cargo de ex presidente, cosa que sí hacía Catalunya Ràdio en su retransmisión en directo y el grupo de CiU– se camufló tras el proceso judicial, que le investiga a él y a su familia, para no contestar absolutamente nada.

El dinero que le dejó su padre no era una herencia. No se preocupó del dinero porque su familia no lo necesitó. El dinero lo hizo su padre al pairo del franquismo. Los 140 millones no provienen de Banca Catalana. Tampoco de la Administración Pública, o sea, de comisiones ilegales. Negó respuestas porque los diputados no presentaban pruebas. Ramón Padrós, su ex director de comunicación en la presidencia de la Generalitat, es un mentiroso. Sobre su gestión al frente de la Generalitat aseguró estar «muy tranquilo». Las pruebas contra el clan Pujol «están fabricadas» en la línea de su famosa pregunta: «¿Quién coño es la UDEF?». No tiene ninguna cuenta fuera de España obviando las de sus hijos y su mujer.

Llegó solo al Parlament, aunque su mujer y su hijo Jordi Pujol Ferrusola también estaban citados. Actuó con arrogancia. Ventiló su intervención en cinco minutos leyendo un comunicado. Menospreció las preguntas de los grupos. Incluso la de CiU. Su portavoz, Meritxell Borràs, hizo una vibrante y fervorosa intervención –sólo le faltaban unos coloridos pompones para ser toda una «cheerleader»– que tuvo por respuesta el silencio de Jordi Pujol. Después de hora y media de interrogatorio infructuoso acabó prepotente: «Esto es una vergüenza y no voy a contestar». Marta Ferrusola actuó en la misma línea. No supo, no contestó y no tuvo memoria. Habló con desprecio y vehemencia para afirmar que viajó a Andorra para esquiar, negar cuentas en Suiza –que confundió con las islas del Canal– y ponerse la bandera por montera: «Cataluña no se lo merece». Reconoció que no participó en concurso alguno aunque su empresa puso plantas y flores en todas las consejerías. No tienen «ni cinco» aunque regularizó con Hacienda más de un millón de euros. Rúbrica final: «Si no quieres levantar polvo, más vale callar». Así explicó la ocultación del famoso legado a la hermana de Jordi Pujol.

El hijo mayor del clan cerró la tríada. Estuvo locuaz. Se exculpó de todo y se ufanó en derribar «mitos». Detalló sus negocios en Puerto Rosario. No tiene dinero en el extranjero. Se escudó con el juez para no revelar detalles fiscales. Culpó al BBVA de sus transferencias a paraísos fiscales porque compró productos bancarios y negó trabajar desde estos países. No trajo dinero de Andorra y menos con su ex novia, María Victoria Álvarez. No cobró comisiones de la Generalitat. Separado ante notario, no ante el juez, se refirió a Mercè Gironès como «su mujer». Justificó que lo ficharan empresas, aunque no fuera especialista, comparándose con Laia Bonet, ex diputada socialista, ahora asesora de Acciona para tutelar la privatización de ATLL. Privatización que le otorgó el Gobierno de Mas y que el Supremo considera ilícita.

El primogénito enumeró además ante los perplejos diputados su flota de doce turismos de lujo de época, que LA RAZÓN detalló el 16 de enero de 2013.

Los Pujol fueron al Parlament. Comparecieron para decir que no tienen dinero, que todo es un montaje y un ataque a Cataluña. Se escudaron en el juez para callar. En definitiva, hicieron un «calvo» a los catalanes.