José María Marco

Cambio estructural

La Razón
La RazónLa Razón

La subida del empleo el pasado mes de noviembre (nunca se había creado empleo en este mes... salvo en los tres últimos años) confirma que la economía española ha dejado atrás la crisis. No en cuanto a sus efectos, pero sí en la tendencia. La legislatura empezó con 3,5 millones de empleos destruidos y acaba con la mayor creación de empleo que se recuerda en los datos registrados.

Hay más. Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, afirma que está al alcance de la sociedad española llegar a los 20.000.000 de trabajadores. Eso sí que cerrará la crisis y también permitirá afirmar algo que ya empieza a ser algo más que una hipótesis. Y es que en estos cuatro años la sociedad española ha cambiado en profundidad.

Se podía salir de la crisis sin crear empleo, como ocurrió en los años 80. O se podía intentar otra cosa. Por ejemplo, salir de la crisis modificando los términos en los que se define la cultura del trabajo en nuestro país. En vez de imposición desde unos convenios pactados entre las cúpulas de los agentes sociales, la reforma laboral ha dado la oportunidad, a empresarios y trabajadores, de hablar y llegar a acuerdos ellos mismos. Ahora el despido no es ya el único mecanismo de ajuste, como ocurría hasta hace cuatro años. (Dentro de poco todo aquello resultará demencial.) Existe la posibilidad de horarios flexibles y reasignación de puestos de trabajo. También hay nuevos incentivos para la contratación, y la formación no es ya un deseo imposible de cumplir: es un derecho del trabajador y una obligación de las empresas.

Lo que se ha hecho en este tiempo es empezar a cambiar la forma en la que la sociedad española se enfrenta a la realidad del trabajo. Se han corregido ineficiencias, rigideces y desajustes que perpetuaban una aberrante excepcionalidad española en el mercado de trabajo. A partir de ahora, y si el impulso reformista se consolida, la economía española se parecerá a las del resto de Europa: producirá empleo de forma equilibrada (como ocurre hoy con el aumento de paro del 3,2% para un crecimiento del PIB del 3,4%: ¿quién habría apostado por estas cifras hace tres años?), sin rebotes y caídas brutales. Y lo lógico es que el umbral del paro estructural, intolerablemente alto, se reduzca. Se trata de un gigantesco cambio social, político y cultural. Parecía imposible, pero ahí está.