Lucas Haurie

Coe, Ovett, Luis y Kevin

El Luzhniki de Moscú, cuando entonces Estadio Central Lenin, estará siempre ligado a la batalla entre dos mediofondistas en los Juegos Olímpicos de 1980. Sebastian Coe y Steve Ovett eran compatriotas, pero siempre mantuvieron una rivalidad irreconciliable, adobada con una relación personal distante a causa de sus orígenes dispares. El primero, hijo de una familia aristocrática y de porte impecable, se educó en la elitista Loughborogh University. El segundo, un chico malo, trasegador de cerveza, calvo y feo de la «working class». El 27 de agosto del 80, en la final de 800 metros, Coe era el plusmarquista mundial y gran favorito, pero Ovett lo abrasó en una recta final apoteósica. Doble campeón olímpico en 1.500, Lord Sebastian, Barón y Caballero del Imperio, jamás se coronó en su prueba predilecta porque cuatro años después fue batido por el brasileño Joaquim Cruz.

Cuando el lector esté untando de mermelada su tostada sabatina, otra pareja de paisanos, pero compañeros de entrenamiento y muy bien avenidos, saltarán al tartán para las series de los 800 metros. Las ausencias de los dos primeros en Londres, Rudisha y Amos, y del ídolo local, Yuri Borzakovski, alimentan los sueños de final de los sevillanos Luis Alberto Marco y Kevin López en una prueba abierta en la que será más difícil acceder a la final que subir al podio . Una docena de atletas aspiran legítimamente al oro que en once de las trece ediciones mundialistas se han colgado mediofondistas nacidos en África. Se hace camino... al correr, diría el también sevillano Machado.