José María Marco
Con las víctimas
Cualquier persona con criterio moral y ciudadano está indignada con la sentencia del Tribunal de Estrasburgo. Pero aunque según muchos juristas la sentencia fuera evitable, todos la esperábamos, en particular cuando el único magistrado español de ese mismo tribunal pertenece a un partido que no conoce el menor escrúpulo en la cuestión del terrorismo, habiendo pasado sin problemas de los GAL a la negociación. Las víctimas del terrorismo reciben siempre la peor parte en esta política que ha hecho de ellas uno de los principales obstáculos para el final del terrorismo. El fracaso que todo esto revela no afecta sin embargo al conjunto del régimen democrático español. El fracaso corresponde a las organizaciones políticas que hasta el año 2003 –hubo un intento poco convincente en 1995– impidieron la rectificación del Código Penal que la «doctrina Parot» intentaba enmendar. Siempre se opusieron, y se siguen oponiéndose, al cumplimiento íntegro de las penas.
Esta historia no puede ser rectificada, como no se puede rectificar la que llevó a la negociación con la ETA desde 2001, a la legalización de Bildu en 2011 y a la actitud militante del PSOE en el Tribunal de Estrasburgo. Es la historia de los años de plomo y de la imposibilidad de ilegalizar a una organización proterrorista como Batasuna hasta 2002, 27 años después del inicio de la Transición. La sentencia de Estrasburgo es la consecuencia de todo esto, y probablemente no será la última.
Esta misma historia, sin embargo, todavía tiene que ser escrita, y debería serlo sin esperar a que lo hagan quienes la han impulsado y protagonizado hasta aquí. La sentencia de Estrasburgo no significa impunidad y por muy indignante que resulte, no borra los 26 años que la asesina recién liberada ha pasado en la cárcel. Tampoco anula el hecho que todo el resto de su vida, como la de sus cómplices, va a estar marcada por los crímenes cometidos. Algo parecido ocurre con los nacionalistas y los socialistas que se han prestado a acompañarles en su viaje al infierno. Ni el nacionalismo ni el socialismo, como ideologías y como propuestas políticas, saldrán indemnes de ésta. Tampoco se puede desconocer que los terroristas no han ganado la partida. El País Vasco es tan español como siempre y sigue sin conocer el paraíso comunista. Las víctimas son la esencia de la España democrática, liberal y constitucional que ha resistido este ataque bestial sin quebrantar la Ley. Como siempre, estos días habrá que acompañarlas en su indignación y en su dolor.
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