Irene Villa

Condena

Repulsa, rechazo absoluto, condena, tristeza, duelo... son palabras que no han dejado de repetirse desde la auténtica batalla programada y acontecida en la tranquila zona de Madrid Río, donde las familias pasean y los ciclistas disfrutan de la naturaleza encima de una M30 soterrada, especialmente los fines de semana. Un apacible lugar convertido en un campo de guerra en el que valía todo tipo de agresiones y de armas y donde se dieron cita hinchas «ultras» que, lejos de demostrar amor por sus equipos, ensucian unas aficiones famosas por su pasión y entrega en cada partido. Hoy se vuelven a reunir las altas esferas del fútbol español para estudiar cómo prevenir estos dramáticos acontecimientos. Habían quedado antes del encuentro para, literalmente, matarse. Y la desgracia quiso que dos hijos quedaran huérfanos de padre, un padre, eso sí, violento. También de Galicia, y madre, era Vanessa L. C., con un carácter opuesto, «muy calmado» y «grandes dotes para las labores de mediación». Esta joven policía eligió la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de Vigo, en lugar de unidades policiales más cómodas, para estar en la calle, en primera línea, donde hay unos 30 miembros, todos ellos voluntarios, y de los que sólo cuatro son mujeres, «ahora tres», nos lamentamos todos. Fue asesinada defendiendo la vida de la subdirectora de una sucursal bancaria, elegida como rehén por un atracador. Le han concedido la Medalla de Oro al Mérito Policial a título póstumo. Su compañero Vicente A. resultó gravemente herido tras el impacto de cinco balas. Estamos con ellos y con sus familias.