Julián Cabrera

Conversación en la catedral

En su delicioso libro «Conversación en la catedral», Mario Vargas Llosa pone en boca de algunos de los personajes una frase que tiempo después se hizo célebre y que le viene al pelo a cualquier situación de crisis política o económica: «¿Cuándo se jodió el Perú?». En estos días de agosto, muy distintos a los vividos tan sólo hace un año, con una prima de riesgo disparada de verdad y con la amenaza de intervención desde Bruselas, nos plantamos ante un futuro inmediato de la Unión Europea que resulta, con el rubicón de las elecciones germanas como primera piedra de toque, cuando menos más que inquietante.

Y en este punto nos preguntamos quiénes, cómo y cuándo jodieron nuestro particular Perú comunitario, tan pródigo en el reparto de riqueza y bienestar hace unos años y ahora auténtico martillo de presuntos manirrotos; tan cómodo en la idea de la unión política, sueño de Robert Schuman hasta hace media década, y hoy instalado en el euroescepticismo y la desconfianza entre el norte y el sur mediterráneo.

Y también nos preguntamos si la situación tiene reversibilidad. Mi convencimiento es total, tal vez porque todavía mantengo un toque de nostalgia en el recuerdo visual, incluso olfativo de aquellas noches en Bruselas discutiendo animadamente con otros periodistas, cervezón en mano sobre la tasa Tobin, la filosofía de Tampere o el espíritu de Lisboa tras una jornada de Consejo europeo entre infames cafés de máquina y cruasanes como piedras.

Hay salida a poco que pongamos en marcha un New Deal por la defensa del euro y el empleo juvenil; hay salida si nos mentalizamos de que aún espera un largo túnel de bajo crecimiento y la hay si sabemos acelerar la unión bancaria. Todavía estamos a tiempo de no joder del todo nuestro particular Perú continental.