Joaquín Marco

Cosas vividas

Josep Pla sigue siendo la gran figura del siglo XX de la literatura catalana, aunque una parte significativa de su obra fuera escrita en castellano. Tras la muerte del escritor en 1981, apareció el dietario que va de enero de 1967 a agosto de 1968 y que se añadió al volumen 39 de su obra completa con el título de «El viatge s'acaba» (El viaje termina). Posteriormente «Notes per un diari», que corresponde más o menos a los años 1966 y 1967 fueron incluidas en el volumen «Per acabar» y parecía cerrar su obra completa. Sin embargo, se anuncia el descubrimiento de otros tres dietarios inéditos en el archivo familiar de su sobrino Frank Keerl Pla. Según parece se trata de tres libretas, como las que el autor acostumbraba a utilizar, que corresponderían a dos meses de 1957, y la de 1964 es de tamaño muy reducido y según advierte Xavier Pla, director de la cátedra Pla de la Universidad de Girona y editor del hallazgo, con una letra «endemoniada». No es extraño, porque el escritor ya enviaba sus colaboraciones a la revista «Destino» escritas a mano en el dorso de facturas en blanco y rellenando la página anterior con frases que no le cabían, hasta el punto de que Josep Vergés tenía destinada una secretaria especial para descifrar los textos del escritor ampurdanés. En unas declaraciones, Xavier Pla, hoy el mejor conocedor de su obra, aclara que «para ser honestos hay que decir que no son unos dietarios literarios, sino que se trata de una escritura a mitad de camino entre las notas de una agenda y un dietario». Destaca de ellas su valor biográfico. Aparecerán en catalán y castellano, en el próximo noviembre, editados como siempre por Destino, con un amplio prólogo de Xavier Pla y con el título de «La vida lenta». La idea de Pla era la de reunir en un gran volumen todos sus dietarios. El éxito de «El Quadern Gris», que responde a los años veinte, aunque fue reelaborado en los sesenta, ha dejado en la penumbra otros que no lo desmerecen. «Notas dispersas» alcanza hasta finales de la Guerra Civil, «Notas para Silvia» corresponde a los años cincuenta y sesenta, en tanto que «Notas del crepúsculo» se detiene en los últimos cinco años de su vida.

Sin embargo, cualquier clasificación en la inmensa obra del escritor está llena de dudas y problemas. Pla se ocupaba del oficio de escribir y hasta de su trascendencia a un público que veía cada vez más alejado de lo que había sido la sociedad catalana de su juventud y madurez. Recibió el éxito de «El Quadern Gris» con algo de sorpresa. Pese a que su actividad principal fue la de periodista, constituye un anacronismo como cultivador de un género en el que destacaría también Antonio Machado en sus inolvidables «Abel Martín», «Juan de Mairena» y «Los Complementarios». Las reflexiones de ambos, sus sugerencias, pese a las diferencias ideológicas y generacionales, poseen un estilo aforístico que les define. Sin embargo, Pla es más narrador, alejado de la poesía, aunque sensible a cuanto le rodea. Sus notas son vividas y, aunque insiste en definirse como realista, es capaz de imaginar y de transformar la realidad. Cualquier escritor sabrá cuán difícil resulta hacerlo con palabras: describir una mesa, por ejemplo, sin olvidar detalles aunque esté ante nuestros ojos. Los pintores impresionistas nos demostraron que los paisajes pueden observarse de muy distinta forma según la luz o la distancia que de ellos nos separe. Se evadieron del realismo decimonónico. Pla domina la descripción y transmite siempre la sensación de una sinceridad que desbloquea al lector. En la primera página de «Notes disperses», por ejemplo, el volumen 12 de su «Obra Completa», reflexiona sobre el recuerdo de sus padres, a los que considera como su única familia. El resto de los miembros no posee relevancia y aun de sus propios padres recuerda una imagen difuminada. Sobre la familia escribe: «Oigo decir que es muy importante», no sin cierta ironía. Porque Pla no es un autor que cultive lo autobiográfico, pese a que está siempre presente en sus textos y, en especial, en esta serie de dietarios. En ellos se contiene lo vivido u observado, pero también el enorme caudal de lecturas clásicas, en especial francesas. La literatura y la escritura como salvación personal son sus auténticos medios. Su ejemplar precisión adjetivadora podría entenderse como una contradicción con el descuido –algo barojiano– de sus textos impresos. Aunque los corrigiera una y otra vez, descuidaba hasta las pruebas de imprenta.

Pero donde advertimos al escritor genial que fue es en la captación de personalidades a las que conoció directamente y de las que probablemente habló en sus tertulias. Sus reflexiones sobre Cataluña tampoco dejan indiferente. Acostumbra a ser crítico y hasta duro. Así en «Notas dispersas» considera que «el individualismo catalán tiene un gran defecto: es un microindividualismo/.../ Su fuerte es la imitación, repetir lo que hacen los otros, andar por el camino trazado». Y todo ello surge de una exaltación de las minorías y, por consiguiente, de proclamar la excelencia de lo individual. Esta observación general sobre el pueblo catalán le permite, adentrándose en el de sus empresas, advertir el papel determinante que posee la pequeña empresa. El empresario catalán (el rico, como lo denomina) se limita en su ascensión económica, porque carece de la voluntad de poder o de dominio. Pla, sin embargo, es preciso en la conformación de los personajes destacados que lo rodean. Lo podemos advertir en las páginas de sus dietarios, plenas de observaciones sobre tal o cual personalidad. Disponía de una seguridad en este sentido que le condujo a la elaboración de sus «homenots». No es del todo cierta la acusación de misógeno que se ha vertido tantas veces sobre él. Bienvenidas sean estas nuevas notas, aunque no estuvieran preparadas por el propio autor para su edición. El batiburrillo de su obra va aclarándose poco a poco. Sólo es necesario que no le falten lectores, y no sólo catalanes.