Alfonso Ussía

De Andalucía

Hoy he leído algo que me obliga a escribir de Andalucía y los andaluces. Andalucía, la región con más talento natural de España. El orgullo de Roma. La que ha impregnado su belleza en el gesto y la palabra. De Séneca a Velázquez, de Velázquez al preciosismo de todos sus escritores y poetas. El ingenio del pueblo andaluz, insuperable, que ha enriquecido el lenguaje con voces nuevas y luminosas. Andalucía, espiritual y tolerante. La Literatura, la Arquitectura, la Música, la Escultura, la Filosofía, la Ciencia... Puerta hacia fuera y recibidora de los navegantes. América y su Descubrimiento. No más nombres, que falta me harían cien páginas para llenarlas de corrido. Y ese talento natural y hondo de sus gentes humildes en el bolsillo, que no en la inteligencia, el pasmo y la medida. El milagro inesperado y constante. La recreación permanente del talento y del campo, de la mar y la sonrisa, de la superación ante las adversidades con la serenidad paciente y filosófica de sus gentes. Andalucía es la Cultura, con mayúscula, o mejor, las muchas y avanzadas Culturas reunidas allá donde los andaluces eligieron para ello. La estética, la ética, la elegancia, el dibujo de la improvisación y la dignidad constante. Y el trabajo. También la Andalucía negativa, que nada tiene que ver con su incomensurable extensión cultural. Andalucía imaginera y devota, resistente en su Fe y sus tradiciones, siempre atacada por los andaluces que han renunciado a sus raíces, que también los hay, los muy cabrones.

He leído un texto que me ha producido estupor y repugnancia. El texto de un desconocedor profundo de lo que es y representa Andalucía, y que a Dios gracias, ha sido escrito cuando ya han pasado decenios desde que los hombres dejaron de decidir en el mundo occidental el destino de otros hombres por motivos de opinión, ideales, orígenes y raza. El texto es un insulto para quien lo ha escrito, un reconocimiento de inferioridad desolador. Un asco de texto, elemental y tópico, deleznable y preocupante. Insisto que ante todo, preocupante para su autor. Lo entrecomillo y lo transcribo.

«El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruído, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: Es un hombre destruído y anárquico. Si por fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad».

El autor de este texto mamarracho, faltón, mal escrito y rebosado de lugares comunes y recelos de aldea, es probable que no conozca Sevilla, ni Córdoba, ni Cádiz, ni Granada, ni los horizontes de olivos de Jaén, ni la serranía de Ronda, ni los púlpitos de Sierra Morena, ni las costas atlánticas y mediterráneas de Andalucía. El autor no ha conocido a ningún andaluz fuera de la política, y no se ha sentado a intercambiar palabras con el talento de la calle y la medida de su buena educación. El autor del texto se llama Jordi Pujol y Soley, y es el jefe, junto a su Marta, de la banda de «nens» que ha propiciado la ruina de Cataluña. El texto forma parte del libro «La inmigració, problema y esperança de Catalunya», editado por Nova Terra, con sede en Barcelona, en 1976, año de moderación nacionalista. Tiemblo cuando pienso lo que escribiría ahora.

Andalucía, más que nunca, te amo.