Martín Prieto

De bueyes perdidos

En Las Pampas cuando se encuentran los gauchos, descabalgan, hienden el humus con el facón e introducen dos boleadoras para que se atoren tirando de ellas, y la tercera la entrelazan a un arreo del pingo porque no hay árboles ni piedras en aquellas inmensidades de vértigo horizontal. Matean con agua fría y conversan de bueyes perdidos. No son naderías sino el respeto obligado al desconocido orillando intimidades o territorios verbales molestos. No por cortesía gaucha los dirigentes socialistas ya sólo hablan de bueyes perdidos. Mi amigo Rubalcaba, secundado por Elena Valenciano (cuyo club de fans presido) y Susana Díaz (tras redecorar el despacho), nos ilustra sobre la idoneidad de que el Rey hubiera recurrido a la medicina pública. Así los piquetes sindicales podrían haberle dado la cencerrada de pedirle que se fuera a la privada como hicieron con Cristina Cifuentes. Pero no hay problema: siempre quedará una manifestación para reprocharle que se opere como algunos pudientes. Zonzeras propias de analfabetos funcionales en prácticas de hombres y mujeres de Estado. El cerebrazo de la señora Valenciano nos ha descubierto que el triunfo electoral de Angela Merkel prueba la modorra europea. Ni siquiera considera nuestra líder que la canciller forme Gobierno con los socialistas alemanes, correligionarios con los que, probablemente, ni habla. Alivia a la número dos del PSOE el que Zapatero, el hombre más inteligente de España, calificara a frau Merkel de fracasada tras su primera victoria. Lo que natura non da, Salamanca non presta. A los que creemos en la necesidad de un partido socialista fuerte, democrático, no sectario nacional y coherente, nos alivia al menos Felipe González diciendo lo que no afirma su partido: que la independencia de Cataluña es imposible. Por eso y por todo lo demás no es de extrañar que en la calle de Ferraz no lo quieran ni de visita. Con esta manga de desorientados socialistas con ínfulas éticas de guardarropía sólo cabe hablar de bueyes perdidos.