Ely del Valle

Decencia política

De acuerdo en que en estos momentos es imposible que Montoro le caiga bien ni a su mascota, pero es de ley explicar que lo que aprobó en su día el Gobierno no fue una amnistía fiscal sino una regularización de bienes que no se habían tributado hasta el momento, que no es lo mismo. Esta idea de que más vale pájaro en mano que ciento volando, aunque éticamente discutible, no es tampoco una barbaridad desde el punto de vista pragmático: el Gobierno vuelve a tener bajo control un dinero que de otra manera hubiera seguido en paradero desconocido y el gravamen del 10% que se le aplica no deja de ser más que nada. Si Rodrigo Rato tuvo la poca vergüenza de evadir capitales mientras tuvo cargos de responsabilidad política y el cuajo de acogerse después a la regularización, desde luego la culpa no es de Montoro. Es más: si ahora se está investigando el origen de la fortuna del ex vicepresidente milagro es precisamente porque así lo ha decidido Hacienda. No se entiende, por lo tanto, que Pedro Sánchez pida a voz en grito la dimisión del ministro, ni mucho menos que lo haga antes de saber si Rato consiguió o no el dinero de manera fraudulenta. Y desde luego lo que no tiene un pase es que lo haga el mismo día en que el interventor de la Junta de Andalucía presentaba en el Supremo los ocho informes técnicos con los que avisó en su día del fraude de los ERE, y que dejan a los pies de los caballos a Chaves y Griñán que hoy siguen disfrutando de un apacible retiro como presuntos ex presidentes de la luna de Valencia desde sus escaños en el Senado y en el Congreso sin que su secretario general, el hombre que no admite lecciones sobre lucha contra el fraude, haya tenido los bemoles de pedirles lo que sí le exige a Montoro. Decencia política creo que le llama Sánchez a esto.