José María Marco
Del diálogo al chantaje
Como siempre en periodo preelectoral, cunde el mantra del diálogo. Casi todo el mundo se siente en la obligación de aconsejar al Gobierno diálogo, más diálogo, sobre todo diálogo.
Quienes tanto preconizan el diálogo no son precisamente los más dispuestos a practicarlo cuando están en situación de ejercer el poder. Está claro en el caso de la nueva ley de educación o en la reforma laboral, uno de los mayores éxitos del Gobierno, en la que los socialistas andan proponiendo una contrarreforma que acabe con todo lo conseguido. Se trata de defender los privilegios de algunos sectores frente a los intereses de todos, en particular de los más vulnerables, como son los perjudicados por un sistema inflexible y discriminatorio, superado en estos años. El «diálogo» que practicaría el PSOE es muy distinto del que ahora anda aconsejando. Se parece más a un monólogo con sus amigos y, además, a un trágala. Un trágala de aire retrospectivo, además, que hará retroceder al mercado de trabajo a una situación excepcional en el conjunto de los países europeos. Otro tanto vale para la educación, sector particularmente atrasado por la negativa de los socialistas a cualquier forma de diálogo.
También se suele oír que el Gobierno ha dialogado poco con los nacionalistas catalanes. Lo que viene haciendo el Gobierno ante la deriva secesionista consiste en intentar evitar que la política de la Generalidad perjudique a los ciudadanos de Cataluña, además de señalar los cauces que establece la ley, los únicos por los que puede discurrir la decisión democrática. La puerta del diálogo la han cerrado los posibles interlocutores del Gobierno. En este caso, el PSOE también se suma a la petición de diálogo cuando ni siquiera ha sido capaz de llegar a un acuerdo interno acerca del contenido de su propuesta federal.
No hay forma de dialogar con quien no quiere hacerlo. Dialogar quiere decir disposición a comprometerse en la búsqueda de una solución pactada y convicción de que existen objetivos compartidos por los que vale la pena ceder una parte de los propios. En cambio, el PSOE y los nacionalistas invocan el diálogo para evitarlo, porque saben que el interlocutor no podrá acceder nunca a lo que se propone. Cuando el objetivo de la negociación es inasumible por una de las partes, y la propia palabra diálogo es un slogan utilizado para sabotearlo, no estamos hablando de diálogo. Estamos hablando de chantaje. Hay quien no sabe vivir sin violencia.
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