Oporto

Derecho a elegir a tu amo

El mapa político de la Europa del sur puede ser el siguiente. Grecia se enfrenta a Amanecer Dorado, un partido nazi confeso con 18 diputados (elegidos por voluntad popular, como a su inspirador, Hitler) de metodología mafiosa y, en tanto que tal, asistencial. Italia se enfrenta a una degradación del sistema político por una connivencia entre negocio privado y asuntos públicos y a la inquietante secuencia antisistémica de Berlusconi, Bossi y Grillo. Portugal aguanta con dignidad, sabiendo que toda unión a la Península, y al continente por lo tanto, es mejor que dejarse llevar por la balsa de piedra de la melancolía, pero con una incorporación, la de un empresario sin partido en la alcaldía de Oporto, Rui Moreira (y el 45 por ciento de abstención en las municipales, incomparecencia a la que algunos paternalistas denominarán «mayoría silenciosa»). Si Francia no se molesta, también estaría incluida. Su ministro del Interior, el socialista Manuel Valls, ha flirteado con un territorio que sólo se trabajaba Le Pen: los gitanos. Y, por último, España. Cataluña ha presentado un plan de secesión del que la Comisión Europa ha dicho que, de prosperar, quedaría fuera de Europa. Esta advertencia ha generado un fenómeno que puede leerse a pie de página, aunque a tener en cuenta: sarpullidos de un euroescepticismo emocional en aquellos que dicen que si Europa no nos quiere, tampoco se merece nuestro aprecio. O dicho por despecho: pobres pero libres. O ricos pero encadenados. Son cuatro derivadas políticas de la crisis económica que coinciden en el tiempo, populismos de diferente intensidad y manteniendo las distancias, pero con algo en común: no hay más verdad democrática que la que dicta la calle, que no siempre tiene razón, como tantas veces ha demostrado la historia, aunque tarde. Su unanimidad sólo hace que aumentar el error. ¿Y qué malo tiene el populismo si nos gusta tanto? Es el derecho a elegir a nuestros propios amos.