Irene Villa
Día de la libertad
El 23 de enero se conmemora en muchos países el Día Mundial de la Libertad. Hoy, día de promoción de la libertad y la democracia, es quizás momento oportuno para reflexionar acerca de estos dos grandes pilares que parecen tambalearse según algunas noticias de nuestra actualidad más mediática. Resulta que esa aparente tranquilidad con la que supuestamente nos hemos tomado los duros momentos que nos hacen atravesar las dificultades económicas, el desempleo y demás contratiempos que quebrantan las más esperanzadoras ilusiones, amenaza con resquebrajarse y hasta desaparecer para dar lugar a quejas y movimientos que demuestran que la libertad tiene también que reconocer sus límites. Claro que hay motivos para levantarse y luchar, que la libertad que muchos se tomaron para alimentar su ego no puede quedar impune. Por ello no es tan imprevisible que el cansancio e incluso el desbordamiento de muchos ciudadanos desencadene en sucesos inesperados y difíciles de controlar, que ni suponen un paso hacia adelante ni favorecen la cohesión social, que es lo que en definitiva hoy también celebramos. Hay quien habla incluso de desobediencia y democracia de baja calidad. Pues éste es también un grito de protesta ante la corrupción, las irregularidades, las injusticias, pero, además para no perder de vista que somos libres, pero sin olvidar que nuestros actos tienen una consecuencia y que debemos asumir hasta la última de las consecuencias de los propios actos. Que esta responsabilidad consecuente obligue a pagar daños y delitos, pero sobre todo, que constituya el verdadero cimiento del gran valor que hoy celebra parte del mundo, la libertad.
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