Marina Castaño

División de opiniones

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Al mismo tiempo que Obama ganaba nuevamente las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en el estado de Maryland se aprobaba el matrimonio homosexual. También en Francia, justo al día siguiente de los comicios americanos, y en España el Tribunal Constitucional, como si todos se hubieran puesto de acuerdo, daba un respaldo absoluto a las uniones gays, considerando que «la Constitución contempla la evolución de la sociedad para aplicar el concepto de matrimonio a las parejas del mismo sexo». Un mes antes el gobernador del estado de California prohibía terapias «no científicas» para convertir a jóvenes con tendencias gays en heterosexuales, consistentes en charlas comecocos que derivaban en depresiones graves y hasta incluso el suicidio. Grave, muy grave este empeño de ir contra lo que la naturaleza ha determinado. Conceptualmente el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene un tinte más que nada administrativo, por cuestiones de herencias, de compartir bienes, de figurar el uno con el otro ante la sociedad como pareja oficial y no ocasional, de igual manera que los heterosexuales. Tan sólo hay un matiz, y es que no se da el principio de perpetuación de la especie, salvo que se produzca de forma artificial: vientres de alquiler y todas esas fórmulas que se han venido desarrollando para salvar ese vano que se produce cuando se unen dos hombres o dos mujeres. La otra es la adopción, la más frecuente. ¿Qué hay gente que no está de acuerdo? Sin duda, siempre habrá división de opiniones en un asunto que se nos antoja complejo, pero resultaría peor ir contra la fuerte marea internacional y es un hecho que se va normalizando en la mayoría de los países.