Lucas Haurie
Dos que importan
La política española es un continuo «con las cosas de comer no se juega», preocupación que resultaría loable si los responsables no pensasen exclusiva y excluyentemente en la manduca de militantes del partido y/o familiares directos. La formación de un gabinete posmoderno, y ahí estuvo el fútil Zapatero para confirmar que éste lo es, se basa en el mero cálculo estadístico, un complicado sudoku que conduce a los agraciados tras infinitas operaciones combinatorias entre las variables sexo, procedencia geográfica, adscripción ideológica, filiación a corriente interna, color de pelo, gustos culinarios y simpatías futbolísticas. En este frenesí matemático se basan los seis cambios dispuestos ayer por la presidencia regional neonata, farfolla que envuelve la referida regla de oro: «Con las cosas de comer no se juega». Para nuestros socialistas, el alimento básico es el sostén de los camaradas de IU pero también son condimento indispensable Luciano Alonso y Emilio de Llera, los dos consejeros que repiten cargo junto a los tres comunistas. O sea, el labrador que atiende al monocultivo del turismo y el mastín rabioso que hostiga a Mercedes Alaya, que ha aconsejado (él, no ella) la mudanza al Senado de José Antonio el Ausente para ponerse a salvo de sus imputaciones (de ella, no de él). Fuera de procurar la pasta e impedir que la Justicia esclarezca qué se hizo con la millonada de los ERE fraudulentos, no hay política en la Junta. Apenas un minué de nombres intercambiables, un juego de las sillas para consumo interno y mil batallitas entre personajes diminutos.
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