Política

Pilar Ferrer

El alumno aventajado

El alumno aventajado
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Lo dijo él mismo durante un desayuno informativo en un hotel madrileño: «Me siento un Sorayo puro y duro». Así definía Alfonso Alonso Aranegui su profunda lealtad y cercanía a Soraya Sáenz de Santamaría, la mujer a quien debe toda su promoción en Madrid y ahora su nuevo cargo como ministro del Gobierno de la Nación. Cuando ambos llegaron al Congreso de los Diputados, en los tiempos de oposición, el joven vasco entró a formar parte del auténtico núcleo parlamentario frente al Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. «Soraya es la maestra y Alfonso su alumno aventajado», comentaban entonces los diputados del PP sobre la relación entre ambos.

Porque este hombre nacido en Vitoria, ciudad de la que fue alcalde varios años, ha mantenido siempre, desde su llegada a Madrid, una fidelidad inquebrantable hacia la vicepresidenta del Gobierno. Con linaje vasco de pura cepa, emparentado por vía materna con la saga de grandes deportistas como los Areyzaga, e hijo de un ilustre abogado, Ramón Alonso Versategui, Alfonso estudió Leyes y Filología Románica, materia de la que es todo un experto. «Quién domina las letras se mueve bien en política», le dijo un día su progenitor, amigo de Jesús María Viana, el inolvidable «Chus» de la UCD vasca, tristemente desaparecido.

El caso es que, tras su etapa como edil en Vitoria, llegó al Congreso y trabó una estrecha relación con Soraya. En el Grupo Popular primero, y desde el Gobierno después, Alonso ha sido la mano ejecutora de la vicepresidenta en todo el trabajo legislativo, junto al secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Ambos son fieles escuderos de la número dos del Gobierno, y el auténtico nexo entre La Moncloa y las Cortes. Su carácter reservado y discreto le hizo también ganar puntos ante Mariano Rajoy, quien la pasada semana le agradeció muy efusivamente su intervención durante el debate sobre la corrupción.

Su nombramiento como ministro de Sanidad es un triunfo en toda regla de la vicepresidenta del Gobierno, que sitúa en el cargo a uno de sus hombres de máxima confianza. Como portavoz, ha sido eficaz y trabajador, aunque algunos le reprochaban su excesiva timidez. Sin embargo, ha mantenido buena relación con el resto de los grupos y una excelente oratoria cuando hizo falta. La «patata caliente» de la Sanidad es un marrón en toda regla, máxime a estas alturas del curso político. Pero Alfonso Alonso la asume con disciplina y lealtad. Buen jugador de tenis y pelota vasca, que practica con sus cuatro hijos, recoge ahora una raqueta envenenada, muy manipulada por la izquierda. Le espera un gran reto, en el momento más delicado de la Legislatura.