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El aniversario del «Charlie Hebdo» y la defensa de nuestra civilización

La Razón
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Se cumple ahora un año del asesinato de los periodistas del semanario francés «Charlie Hebdo» que removió los corazones de millones de franceses, pero también de millones de personas en todo el mundo, por aquel salvaje atentado efectuado, no sólo contra un medio de comunicación, no sólo contra la libertad de expresión de los periodistas, sino también contra todo lo que representan los derechos y las libertades en que aquellos se amparaban, que forman parte de la base sobre la que se asientan nuestras sociedades y nuestro modelo de convivencia.

Muchos no compartimos que esas libertades den derecho a atacar las convicciones morales y religiosas de millones de personas. Pero lo que todos unánimemente rechazamos es que cada uno pueda tomarse la justicia por su mano y asesinar vilmente a los que así actuaban. De hecho, la portada del número especial de este aniversario es muy desafortunada al colocar al Dios de las religiones monoteístas como culpable del asesinato del «Charlie Hebdo», lo que ha provocado el rechazo, con razón, de la Iglesia católica. Espero que ello se deba a una convicción de sus editores y no a una manifestación propia de la izquierda llamada a sí misma progresista que siente una veneración inconcebible por todo lo que no sea el catolicismo, especialmente por el islamismo, que no se sabe bien si es por su determinación a acabar con la civilización cristiana, o por el temor que estos progresistas tienen a la reacción criminal y suicida de los islamistas contra lo que consideran un ataque a su religión.

El hecho es que un año después, este medio de comunicación que sobrevivía con muchas dificultades económicas y que tenía una tirada de ejemplares muy limitada, cuenta con muchos recursos económicos gracias a las ayudas y aportaciones recibidas, y al incremento de un 2.000% en el número de lectores, lo que ha generado complicaciones internas entre los fundadores que sobrevivieron a la masacre y los ideales que les animaron, y los que han aprovechado la situación para hacerse con el control económico y marcar la dirección del mismo teniendo en cuenta esa nueva realidad económica, provocando la salida de alguno de los primeros. No deja de ser curioso cómo tan pronto tienen la posibilidad de aplicar los criterios del mercado, del beneficio y de la empresa, se matizan –cuando no se olvidan– las convicciones, y lo que era tan condenable y perverso para la sociedad, se ve de otra forma para uno. Bienvenidos sean.

Los posteriores asesinatos de la sala Bataclán y los restaurantes cercanos en una de las mayores masacres que han tenido lugar en Europa en nombre de Alá vinieron a poner de manifiesto que estamos en una guerra declarada contra nuestro modo de vida, nuestra sociedad, nuestros valores y nuestras creencias, y que no podemos seguir creyendo que son unos cuantos tan sólo los que cometen aisladamente estos actos violentos. La consolidación del Estado Islámico, el soporte económico que da con sus grandes recursos a estos asesinos dispuestos a inmolarse con tal de acabar con nosotros, no nos pueden seguir acomplejando para enfrentar con la contundencia necesaria este ataque a nuestra vida y a nuestra libertad.

La determinación que tienen para seguir atacándonos y la multitud de acciones diversas que están dispuestos a realizar sigue manifestándose cada día. El episodio vivido la noche de fin de año en Colonia y en muchas otras ciudades de Alemania, con casi mil personas a la vez atacando, robando y agrediendo sexualmente a centenares de mujeres, enfrentándose a la policía para que no pudiera impedirlo, es un hecho demasiado bien coordinado para no considerarlo una nueva acción organizada contra nuestra sociedad. El que, según los testigos, alardeasen de su condición de refugiados y de no temer por sus permisos de residencia, es algo a tener en cuenta a la hora de valorar el exceso de los flujos de desplazados y la oportunidad de infiltrarse en ellos de estos colectivos para penetrar en nuestras sociedades y actuar contra ellas desde dentro.

No se trata de hacer políticas xenófobas ni evitar ayudar a los perseguidos por la guerra. Se trata de no hacer simplemente el primo sabiendo que nos quieren atacar y hacer daño aprovechando nuestras libertades y nuestros derechos, precisamente para evitar que la xenofobia y el racismo triunfe en nuestras sociedades. Por eso es preocupante la actitud acomplejada de la Policía al negar inicialmente los hechos de Colonia para luego verse desbordada y desautorizada gravemente con las múltiples denuncias de las mujeres agredidas. Y por eso se comprende también la medida propuesta por el presidente Hollande de retirar la nacionalidad francesa a los que habiendo nacido en Francia y teniendo la doble nacionalidad con el país de procedencia, participen en estos graves actos contra nuestra vida, nuestra libertad, nuestro modelo de convivencia, y nuestra sociedad.

Seguramente no somos perfectos y tenemos muchas cosas que mejorar. Pero lo tenemos que hacer nosotros conforme a nuestros principios y nuestras reglas de convivencia. Y tenemos que actuar con contundencia contra todo aquel que quiera destruir lo que tanto nos costo alcanzar. Este aniversario es una gran ocasión para recordarlo.