Alfonso Ussía

El arándano confuso

Cuando era el Rector de la Universidad de Somosaguas, Ángel Gabilondo homenajeó con un Doctorado «Honoris Causa» a Santiago Carrillo. No al Rector de la Complutense, sino a su padre, el genocida de Paracuellos. Gabilondo es persona bondadosa y encontró en Carrillo más virtudes académicas que defectos exterminadores, y le rindió público homenaje. Posteriormente fue ministro de Educación con Rodríguez Zapatero y dejó una memoria de inane bonhomía. Tuvo, al menos, una cualidad que le ayudo a destacar respeto a otros ministros del visionario socialista. Sabía leer.

El apellido original de Gabilondo es Gabirondo. Procede de Gaviria, Ormaiztegui y Tolosa. Su significado no es excesivamente original entre los apellidos vascos. De «abi» –arándano–, y de ondo –planta–, puede traducirse por «carrascal» o «lugar de arándanos». Creo que la segunda interpretación es la correcta. En los bosques del norte de España abundan los arándanos, frutos silvestres más apreciados por la belleza fonética que por su sabor. Con ellos hacía Panoramix la poción mágica de la invencible aldea de los galos. Con arándanos y muérdago, fundamentalmente.

A Gabilondo, que no es hombre de excesivas ambiciones, le ha caído del cielo un pesado paquete. Sustituir a Tomás Gómez en el Partido Socialista Madrileño. En una primera reacción, aceptó encantado, pero ya le han llegado las brumas. Aceptará el ofrecimiento siempre y cuando no se convoquen elecciones primarias. No es político de combate y se mueve receloso y cariacontecido. Muchos dirigentes del PSOE consideran ineludibles las elecciones primarias, y Gabilondo no desea hacer el ridículo perdiéndolas. Lo entiendo perfectamente. Podría perderlas incluso si sólo se presentara él. Le sucedió en la Real Academia Española al notable y esquivo escritor jerezano Caballero Bonald. Se presentó en soledad contra nadie, y ganó nadie. Cela lo celebró con reiterado gozo. –¡Pobre Pepito!-, repetía con desencuadernada sorna.

Para mí, que Ángel Gabilondo, el lugar de los arándanos, había dado por zanjada su actividad política. No contaba con Pedro Sánchez, la fulminante caída de Tomás Gómez, el humillante cambio de cerradura del despacho del descabalgado y la tardanza en devolver a don Tomás la miniatura de su Vespa. Todo muy sorprendente y precipitado. El candidato a la Alcaldía de Madrid, Antonio Carmona, que tuvo la hidalguía de defender al defenestrado Gómez, ha cambiado de bando después de ser ratificado en su pretensión. La política es así de áspera y complicada, y Carmona que es un madrileño antiguo, castizo y culto ha decidido renunciar a su capacidad de sacrificio en beneficio del socialismo madrileño.

Quien no lo tiene tan claro es el amable «Lugar de los Arándanos». Se empieza a cuestionar las supuestas ventajas de su aceptación. Es hombre leído y conoce el jardín de las viboras. Sus decisiones son previsibles. No es persona entregada a la originalidad, y menos aún, al riesgo. Sustituir a Tomás Gómez no es empresa complicada. Ser considerado un político de la mayor confianza de Pedro Sánchez, tiene peligro. Desde la lejanía, la Sultana mide y pesa hechos y actitudes, y no se me antoja Gabilondo aspirante a formar parte de los espacios de la heroicidad.

Hay mucho barullo en el PSOE y el socialismo madrileño, y las zancadillas están a la orden del día. Intuyo a Gabilondo más fuera que dentro, más arándano confuso que carrascal pujante. Como buen vasco lo sabe. Una trainera con un solo remero, no llega a ninguna parte.