Gaspar Rosety

El bigote y la sonrisa

Nunca olvidaré aquel amanecer. El teléfono tronaba en mi hotel de Wladislawowo, en la Eurocopa 2012. Twitter escupía la noticia: «Fallece Manolo Preciado». Guardamos un minuto de silencio mortal. Siempre asocié Gdansk a recuerdos maravillosos, pero también a la marcha de quien no merecía partir. Lo conocí en el Racing, con Tuto Sañudo, Quique Setién y compañía. Y lo traté más cuando entrenó al Levante y al Real Murcia. Luego, nos cruzamos mensajes y llamadas a causa de nuestro querido Sporting, donde tuvo grandes gestas y grandes disgustos. A pesar de éstos, Manolo sembraba las calles de alegrías en rojo y blanco. El pasado viernes, gracias a la iniciativa del Portal Sportinguista, la afición de Asturias, y de toda España, le rindió homenaje descubriendo una estatua en su honor en la orilla del Piles. Imagen al abrigo del Templo. Al escuchar la canción del genial Pipo Prendes, que recomiendo en YouTube, surgen emociones y recuerdos. «En el cielo hay un banquillo esperando un corazón. Te echará de menos siempre El Molinón; El Molinón se acordara de ti, El Molinón luchará también por ti, Manolo estás presente y tu Sporting sigue aquí...».

Lamento, al margen de nuestros debates y discrepancias, no haber tenido más tiempo para disfrutar de él. Hoy le escribo con el corazón estas letras que le debía desde el verano amargo de Murcia y desde los aires polacos de Gniewino. Por delante de todos sus dramas, siempre antepuso su bigote, protector de una sonrisa que olía a fútbol, a hierba húmeda de Mareo, a la sangre caliente del sportinguismo, al amor de todos. El Molinón se acordará de él. Siempre.