Restringido
El Boing 777
Familias que iban de vacaciones, niños que soñaban con aventuras emocionantes en una lejana isla del tesoro, bebés, médicos, científicos que acudían a un congreso para cambiar impresiones y buscar remedios a los males de la humanidad y los miembros de la amable tripulación de las líneas aéreas malasias, la misma aerolínea que, ¡oh fatalidad!, perdió el MH370 el día 8 de marzo con 239 personas a bordo y del que nunca más se supo. Esta vez el Boing 777 –¿quién ha dicho que el 7 bíblico es el número afortunado?– había partido de Amsterdam rumbo a Kuala-Lumpur. Este fatídico vuelo quedará grabado para siempre en la memoria colectiva de la Europa alegre y confiada, convencida de que nunca más volvería la guerra fría. Unos desalmados separatistas ucranios, armados hasta los dientes por Moscú, lo esperaban, agazapados, en algún lugar bajo su control en la región de Donetsk, donde se libra la última guerra europea, la primera del siglo XXI. Tenían a su disposición, heredado de los últimos años de la guerra fría, el sofisticado sistema Buk de artillería antiaérea móvil, montado sobre un vehículo con cadenas, dotado con IFF, capaz de identificar al amigo y al enemigo. Avistaron el avión en el cielo. Puede que dudaran al principio si se trataba de un aparato militar o civil. No era difícil comprobarlo. Evidentemente no era un objetivo enemigo. Pero ajustaron el punto de mira y dispararon. Los restos de 298 personas inocentes quedaron desparramados en varios kilómetros a la redonda cerca del pueblo de Grabovo, sembrados en los campos, clamando justicia. Luego, según los treinta inspectores de la OSCE que se han desplazado al lugar, estos bandidos del siglo XXI, protegidos de Vladimir Putin, se han dedicado a borrar pruebas del crimen. Ésta es la desoladora historia que no sólo recrudece el conflicto de Ucrania, sino que lo universaliza. Obama acusa a Putin, que sigue braceando en la corrupción y que recupera viejos sueños imperiales. La Unión Europea, azuzada por Holanda, a la que le ha tocado esta vez la peor parte, vuelve a amenazar con más sanciones, sin mucha convicción, todo hay que decirlo, y Merkel trata de mediar entre Putin y Obama para salvar los negocios y la cara. Mientras tanto, entre Kiev y Moscú se intensifican los reproches cruzados. El terrible suceso del Boing 777 ha puesto de relieve la fragilidad de la paz europea, erizada de populismos, nacionalismos y separatismos. Éstos son la verdadera amenaza. Sobre la hierba, como una interpelación a todas las conciencias y como un grito silencioso, esa muñeca, las gafas de sol, ese pañal y la muselina blanca de bebé.
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