Reforma constitucional

El bosque

La Razón
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Cuenta la leyenda que el geógrafo Estrabón escribió que una ardilla podía recorrer España desde Cádiz a Cataluña sin necesidad de bajarse de los árboles y, aunque el griego no escribiese nunca semejante sentencia, ha quedado en el imaginario patrio que la vieja Hispania era una Arcadia natural y paradisíaca, hoy riqueza perdida con la destrucción de nuestros bosques, y que ahora ocupan ciudades, monocultivos, barbechos y multitud de secarrales. Pero Cádiz y Cataluña no sólo han estado unidas por la leyenda de una ardilla saltarina, hoy ambas están gobernadas por populismos de conocida insolvencia intelectual, gobernantes que nos conducen al desastre económico y agitadores separatistas que arruinan nuestra convivencia. Personajes olvidables como Kichi, Colau o Puigdemont, que están demostrando el sectarismo de sus propuestas, su incapacidad para construir puentes, la facilidad en ahuyentar inversiones y –como el símil de la España que perdió sus bosques– van a terminar con nuestra pujante sociedad, en clara progresión económica y de indudable vocación europeísta. Cádiz y Cataluña también estuvieron unidas en 1812 por el ansia de la libertad. Con la invasión napoleónica de 1808, empezaron las revueltas que condujeron a la creación de Juntas Provinciales de Defensa y la posterior creación de la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino para gobernar la nación, que ordenó la celebración de Cortes Extraordinarias y Constituyentes para el 1 de marzo de 1810. La nación se había levantado en 1808 para retomar su soberanía, que las autoridades habían dejado caer, y, con un sentido plenamente nacional, todas las regiones se empeñaron en impulsar la creación de un Gobierno central y en reunir las Cortes. En Cádiz una veintena de diputados catalanes acudieron a la fundación constitucional de un Estado liberal. El catalán Antonio de Capmany junto con Agustín Argüelles y Jaume Creus, formó parte de una junta especial de inspección para dar el visto bueno a dicho proyecto, y escribió en plena invasión napoleónica que los españoles «hace dos mil años que mantienen este nombre» y «componen una sola nación independiente y libre». A Capmany se debió también la iniciativa para que en la plaza principal de todos los pueblos de España se colocara una lápida conmemorando la promulgación de la Constitución y propuso que el día 2 de mayo se celebrase la «conmemoración de los primeros mártires de la libertad española». Defensor de la foralidad y de la hispanidad, famosa es su cita: «Cada provincia se esperezó y se sacudió a su manera ¿Qué sería ya de los españoles, si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, catalanes, castellanos, etc...? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran nación». La revolución liberal que se inició en 1808 y que tuvo su momento culminante en las Cortes de Cádiz y en la Constitución de 1812 se convirtió en la vanguardia liberal de Europa durante decenios. Inmediatamente después de aprobarse el texto constitucional, Agustín Argüelles pronunció: «Españoles, ya tenéis patria». Estrabón consideró que Hispania era una unidad geográfica, pero ahora y tras 2000 años de convivencia común los populistas y separatistas amenazan con arrasar nuestro bosque constitucional que une Cádiz con Cataluña.