Julián Cabrera
El bueno, el guapo y el malo
Los dos tienen una más que aceptable imagen, los dos rezuman aires de cambio y renovación dentro de su partido y los dos son jóvenes que no despiertan excesivos recelos en la parroquia del colmillo retorcido, pero los dos suscitan la misma sensación de salto en el aire de imprevisible resultado para el futuro de un PSOE al que se le acaba el crédito.
O se cae firme y de pie a lo Joaquín Blume o se materializa el bofetón definitivo sobre la pista. Sánchez y Madina, Madina y Sánchez llegan además –con permiso de Pérez Tapias– a una recta final hacia la secretaría general del PSOE con sambenitos que sus propios compañeros les han ido añadiendo al jergón: el vasco, el de haber sido uno de los «niños mimados» del zapaterismo y experto en ponerse de perfil.
El madrileño, como le califica parte del entorno de Tomás Gómez, el de ser el «guapito» que hasta ahora ha ejercido de eventual herramienta de terceros para anular las posibles expectativas de algún nombre de mayor enjundia. El asunto no es sólo nominal. El «elegido» por las bases en las elecciones del próximo 13 de julio será ratificado en el congreso extraordinario, pero eso es tan seguro como que tendrá que merendarse en la tarde del sábado 26 una ejecutiva y un armazón ideológico que vendrán de la mano de los delegados, y aquí entra en juego una tal Susana Díaz, ¿les suena?
El proceso que vive el PSOE recuerda con sus tres protagonistas de desigual relevancia al mejor espaguetti Western de Sergio Leone, sólo que aquí no está claro ni quién es el bueno ni quién es el malo, pero no les quepa duda de que es evidente cuál de ellos no es el feo.
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