Ely del Valle

El cuento de la lechera

Tal y como estaba previsto, los separatistas se han vuelto a apropiar del día de Cataluña para convertirlo en la reivindicación de un independentismo que no deja de ser otra apropiación: la de un territorio que pertenece a todos los españoles.

Por lo que se refiere a la estética, la Diada puede considerarse un éxito para sus promotores cuya mayor preocupación era la de que las imágenes trasmitiesen la idea de que son mayoría quienes están por la labor de romper amarras. En ese sentido, la escenografía fue impecable, incluido el momento en el que una adolescente de 16 años depositó su voto simbólico en una de las urnas de pega, porque ya puestos a saltarse la legalidad a la torera, no pasa nada por acomodar la mayoría de edad, como la Historia, a lo que convenga.

Hoy, los partidarios de la ruptura están pletóricos repitiendo la consigna de que se han apuntado una batalla, como si esto fuera una guerra que se puede ir ganando por etapas.

El éxito de la Diada no garantiza ni mucho menos que la celebración de un referéndum ilegal vaya a celebrarse el próximo mes de noviembre, por mucho que ese haya sido el mensaje utilizado como vehículo de movilización, y eso lo sabe muy bien el presidente de la Generalitat, Artur Mas, al que desde hoy toda esta operación de marketing no sólo no le acerca a la gloria, sino que es muy posible que se le termine convirtiendo en el nudo de la soga del que acabe colgando su carrera política cuando no tenga más remedio que dar gato por liebre, o, lo que es lo mismo, ofrecer a los de la «V» elecciones anticipadas en lugar de una consulta que no es otra cosa que una nueva versión del cuento de la lechera.